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Nos íbamos a olvidar de mencionar que el pueblo de hoy se llamará Acoma para la oficialidad, pero se llama Ciudad en el Cielo para los turistas. Asimismo, naturalmente, el nombre de Mesa Encantada también es un topónimo de fantasía inventado para atraer al turista.



La Mesa Encantada

Hace un rato, mientras grabábamos lo anterior, pasamos por una tormenta con fuerte lluvia y relámpagos; y recién nevó un poco; con un poco de Sol entre la tormenta y la nieve; y ahora, otra vez, con Sol, después de la nieve. No nos podemos quejar de que el tiempo esté aburrido.

En este exacto momento, pasamos la división hidrográfica local del continente.

Nuestra próxima meta es un farallón llamado El Morro, con, parece, toda clase de grafiti, ah pero grafiti con valor y significado históricos. Vamos a ver qué es.

Ahora, para cambiar un poco, otra vez salió el Sol, bastante fuerte, y la calzada parece una caldera fabricando neblina por kilómetros.

Nos alegramos de que, en el camino de Acoma a El Morro, pudimos evitar el pueblo de Grants, que es uno de los focos mayores, si no la capital, de contaminación radioactiva de Nuevo México. Aun así, nuestro detector sigue enojándose más de lo común.

Terminamos nuestra visita de El Morro y de sus inscripciones, en perfecta y accidental sincronización con los humores del tiempo que sigue siendo antojadizo: a tan sólo pocos metros antes de llegar al sitio, el Sol había salido para acogernos y acompañarnos durante nuestra visita, pero nos quedaba apenas diez pasos para volver a nuestro vehículo, que se largó otra precipitación, esta vez, para más cambio, una granizada bastante fuerte.

En nuestro camino hacia nuestra próxima meta, el granizo cambió a nieve, la nieve ahora cambió a lluvia, y parece que la lluvia va amainando; no hay manera de aburrirse.

Sí, efectivamente, ahora tenemos otra vez un lindo Sol.

El Morro resultó ser lo que esperábamos y más.

Se trata de una especie de archivos públicos al aire libre con grafiti de pedigrí, resultado de unos 700 años de historia, y constando de inscripciones, en sucesión, paraborígenes, españolas e inglesas.

Si uno se pregunta la razón por qué este morro tuvo tan permanente atracción para tanta gente tan dispar, la razón está en un estanque natural de agua, el único a muchísimas leguas de aridez a la redonda, y donde todos los viajeros tenían que parar forzosamente.