indeseados Aztecas; en particular por las sierpes ponzoñosas. Según esta versión, las serpientes venenosas, empero, lejos de socavar a los Aztecas, les ayudaron como maná del cielo en la forma de suculentos asados, y de otros preparados culinarios también.
⇔ Según la otra versión, esos islotes - por otra parte, también presentados tan abismalmente desesperanzados como en la primera versión - los Aztecas no los recibieron sino que los ocuparon, por la providencial coincidencia de que estaban abandonados y de que, en ellos, los Aztecas vieron, por fin, la materialización de un agüero que los estaba guiando en sus migraciones: "el sitio dónde veamos un águila posada en un cacto, con una serpiente atrapada en una de sus garras, será el sitio predestinado de nuestra nueva tierra".
⇔ Una variante de esta segunda versión es que el águila, el cacto, y la serpiente, no fueron un agüero sino una circunstancia imprevista que un brujo azteca interpretó en el acto como señal de nueva tierra tribal marcada por el destino.
Y así esos islotes malditos se les volvieron sagrados y foco de cualquier esfuerzo humano e inhumano para agarrarse en ellos.
Evidentemente, lo del barro en una versión, y lo del cacto en la otra versión, no condicen pero, según nos convencimos ya en la arqueología peruana, mejor no dejarse atrancar con detalles y más bien quedar con lo esencial;
■ y lo esencial, en este caso, es que los Estados Unidos Mexicanos de hoy no se hacen mucho problema al respecto; que, mientras partes de su capital, Ciudad México, se hunden en el barro del lago Texcoco así como se hundía el Tenochtitlán de los Aztecas, ostentan orgullosamente el águila, la serpiente y el cacto como emblema nacional en dónde se pueda, que es en muchos lugares de alta visibilidad;
■ y lo esencial, en este caso, es que, desde el tercer decenio de 1300, los Aztecas aseguraban su subsistencia del momento como mercenarios de Azcapotzalco; y tomaban las más fundamentales primeras medidas hacia su futuro, en un épico esfuerzo de metamorfosis de los islotes en lugar llevadero.
Una circunstancia que tiene que haber dado a los Aztecas qué observar y qué explicar - y como mínimo sobre dos años - fue que el lago Texcoco no tenía modales.
•Observación. Era un sistema de agua que, en el curso de un año, iba cambiando de un lago a cinco lagos y de vuelta a uno solo.
•Explicación. La cuenca del sistema de agua en la Altihoya era, en realidad, un grupo de cinco cuencas menores. En la época de lluvias, cuando llegaban las aguas desde el circo de sierras de la Altihoya y no tenían a dónde seguir, el >>>>>>>>