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Pronto descubrimos no menos de tres estaciones propalando música clásica; las tres, totalmente iguales entre sí, en que son comerciales, y en que parecen tener la prohibición, o la fobia, de difundir una pieza entera (por ejemplo, segundo movimiento de alguna pieza - propagandas - introducción de otra pieza por completo - propagandas - fragmento, preferentemente favorito, de otra composición por completo - propagandas - etc.); absolutamente doloroso.

Luego, mejoramos y ensanchamos nuestro horizonte hertziano, al tropezar con una cuarta estación propalando música clásica - pero más civilizada y más cultural.

~ Estación más civilizada, porque tiene la civilidad de terminar una pieza entera antes de largar sus propagandas; y no con la cómoda dieta musical de siempre: concierto para violín de Stravinski; dos conciertos para trompa de Strauss (lado a lado, el de juventud y el de madurez - ¡qué iniciativa del programador!); Couperin; hasta dieta atrevida: Castelnuovo-Tedesco, Franz Berwald, Szymanowski.

~ Estación más cultural, porque también tiene programas hablados.

~ Y estación con la valentía de reconocer públicamente errores: una vez, una partita para violín solo salió al aire con el timbre y comportamiento general de un violoncelo solo, todo, por el error de una velocidad de transmisión demasiado lenta; el locutor dejó terminar la pieza así, reconoció el error y pasó la partita nuevamente, esta vez a velocidad correcta y con sonido a violín y no violoncelo.  Un error, por otra parte, bien interesante.

Esta difusora tuvo que operar sin teléfonos durante muchísimos días a pesar de repetidas súplicas a los servicios telefónicos para repararlos. ¿Cómo lo sabemos? Pues porque las súplicas llegaron a ser (por desesperación, se supone) públicas por medio de la radio durante los programas.

Otro peligro de manejar una radiodifusora en Ciudad México es la garganta de los locutores, por la contaminación del aire. ¿Cómo lo sabemos? Pues por las quejas de una locutora durante un programa por su garganta afectada por la contaminación.

Esta difusora, curiosamente, es del propio Instituto Mexicano de la Radio.

Una otra radiodifusora es notable por otra razón: la primera sorpresa, es dar con un programa en puro inglés vespucciano, es reconocerlo, a los pocos momentos, como uno de los programas habituales en Vespuccia, pero con la claridad y fuerza de una emisora local en frecuencia modulada; y la segunda sorpresa, luego, es caer en propagandas en puro castellano mexicano, de las habituales en las otras estaciones mexicanas, para luego regresar al programa evidentemente importado de Vespuccia.  Nos preguntamos cómo gente que necesita >>>>>>>>