inconvincente, del original que fue llevado al Museo de Antropología de Ciudad México; y el guerrero de la extrema derecha es una hibridación, de antiguo linaje (en su parte inferior) y de moderna concepción artificial (en su parte superior, ya que ésta nunca se halló y tuvo que ser inventada por analogía - ni siquiera copiada).
♦♦ Hay varios focos de frisos en relieve remanentes de larguísimos frisos originales. Frisos de jaguares, o sea ocelotes, acechando; frisos de águilas devorando corazones sangrientos; frisos de serpientes de cascabel tragando o vomitando, quién sabe - un personaje antropomorfo, más bien, en base a experiencia anterior, un dios asomándose; frisos de líneas quebradas - que los arqueólogos, tal vez inevitablemente, sugieren como posibilidad de influencia mixteca, si bien ojos ignorantes como los nuestros encuentran madurez en Mitla y sólo formulismo simplista aquí.
Y hay, más particular- y notablemente, vestigios agonizantes de frisos a la vez en relieve y policromados, el mejor ejemplo, aun cuando fantasmal, de la costumbre precolonense de policromar todo. Son procesiones de personajes variadamente provistos de todos los atributos de su rango: magníficos tocados, collares, pulseras, tobilleras, escudos, dardos, bastones de mando. Es notable la cantidad de detalles apretados en el pequeño tamaño de cada personaje, incluso con diferencias faciales.
Es más notable la variedad de colores: azul, amarillo, rojo, blanco, negro, y un tono anaranjado para el cutis. Y es más notable aún, en grado máximo, la frescura casi resplandeciente de los colores, a pesar de los 800 años transcurridos desde su aplicación; otra demostración de la gran calidad de los colores vegetales, y otra demostración de preservación por desmoronamiento: preservación de partes bajas (estos frisos de relieves policromados están a ras de tierra) por sepultación bajo los escombros de partes altas desmoronadas.
Todo lo cual nada cambia a que, por los restos, por una parte, en Chichén Itzá, y por otra parte, en este Tula, los restos de Chichén Itzá parecen muy superiores a los restos de Tula, siendo la pregunta: ¿por qué?
Aun en la expresión más ambiciosa de Tula, los cuatro guerreros, la ambición logra reflejarse sólo en lo más fácil - el tamaño; mas no en algún refinamiento cuyo hechizo se imponga, aunque no se entienda; mas no en algo que se contempla largo rato y luego se quiere contemplar otra y otra vez.
Estos cuatro guerreros, en vez de suscitar un impacto estético antes de, y sin necesidad de, análisis previo, incitan, quién sabe por qué, sólo un análisis inventorial: sandalias con adorno de serpiente emplumada, tobilleras, faldilla con bordados, pulseras, un lanzadardo en una mano, dardos en la otra, un >>>>>>>>