• diferencia de calidad entre la pintura de las cabelleras y todas las demás pinturas, habiéndose esfumado las demás pero no las cabelleras;
•• diferencia de aplicación de las pinturas, según sigue.
Es posible teorizar, que la pintura de las cabelleras fue aplicada "al húmedo" (quién sabe por qué se llama impertinentemente "al fresco"); que, por alguna circunstancia, no se pudo seguir el trabajo dentro del período de humedad del revestimiento; que, luego, hubo que seguir aplicando la pintura "al seco"; y que, siendo que la pintura al húmedo es más duradera por impregnarse en el revestimiento y la pintura al seco, más efímera por quedar superficial, ello podría explicar la presencia de pintura en las cabelleras, y la ausencia de pintura en todo lo demás.
Pero - de ser tal emergencia correcta, ello sugeriría la manera de cómo se ejecutaba tales murales - no manera artística, individualista, sino artesanal para no decir industrial: "ahora me hago un tarro de este azul y voy a pintar todo lo azul en todos los murales; ahora me hago un tarro de este pardo y voy a pintar todo lo pardo en todos los murales; etc."
Lo que, a primera vista, puede parecer lesa-arte pero ¿no es cierto que, antes de las escrituras electrónica, dactilografiada, boligrafiada - en los tiempos prehistóricos cuando escritores y compositores tenían que mojar sus plumas (de acero o de ganso) en tinta - frecuentemente, escritores escribían dos novelas a la vez, compositores escribían dos músicas a la vez, escribiendo una página de una obra y escribiendo una página de la otra obra, mientras secaba la primera?
4) El texto de inauguración del complejo, inciso en piedra, en el inexplicable estilo tipográfico de aquella época, 1560; con algunas letras, inscritas en pequeño tamaño dentro de otras, en vez de a su lado en tamaño parejo; con algunas letras, más chicas que otras aun cuando no dentro de otras; con palabras, a veces, pegadas entre sí sin intervalo; y otras peculiaridades.
La placa de inauguración
Si bien, por fuera, la iglesia sigue como muralla altivamente impregnable, por dentro, su cavernoso volumen está reducido a la más baja indigencia.
Sin embargo, como vimos en otros casos similares, el culto religioso se aferra como un fantasma que no quiere morir, aunque sólo sea, como vimos aquí, dos mujeres, en una capilla, recitando en voz desafiadamente alta el rosario, con intervalos de antífonas a capella dentro de sus medios vocales, y, más tarde, el cura párroco, sentado, de humilde civil, en una mesa igualmente humilde, dando sus pareceres filosóficos a media docena de mujeres en esta iglesia para muchos centenares.
No deja de causar cierto respeto y cierta emoción esta persistencia en condiciones tan desesperadas. Como comentamos entre nosotros en otra >>>>>>>>>>>>>>>>