Mientras tanto, alrededor de nosotros, aridez y aridez; con cactos erguidos como tubos de órganos, y arbustos retorcidos. Los cactos, del tipo habitual - como ya vimos en Baja California y muchos otros sitios, pero, por aquí, más suntuosos, con un potente tronco gordo ramificándose en varias docenas - hasta diez docenas si no más - de brazos orgullosos de su verticalidad, grosor, longitud, un candelabro como nunca fabricado por mano humana.
Y ¡mire quién está escondida por debajo!
Ahá, se acercó el Popocatépetl, y, a su lado, apareció otro conocido nuestro, el Iztaccíhuatl, también con su bonete de nieve; y apareció un tercer bonete de nieve, a la misma distancia, a la misma altura, pero sin cerro debajo, o en nuestra memoria - debe de ser una nube en el cielo por otra parte inmaculadamente azul (ya hace varios días); ah no, no es nube cualquiera, es una de las bocanadas emitidas regularmente por el Cerro Fumador.
Es notable desde cuántos ángulos y desde qué distancias ya vimos el Popocatépetl. Estamos tratando de pensar en otro rasgo topográfico que tenga tanto impacto orientador, pero no nos acordamos de ninguno; con el Popocatépetl, la geografía de los mapas se vuelve geografía de terreno sobre distancias impresionantes.
Acabamos de pasar del estado de Puebla al estado de Morelos.
Chalcatzingo. Nuestra nueva arqueología, al final de una huella de mal en peor en terreno bruto. Es de tarde, pero todavía hay tiempo para familiarizarnos con un sitio que promete ser muy desparramado y escurridizo.
. .
*
▪
Cuarto día, y un buen kilometraje de sendas de cabras en los tobillos y las rodillas, más tarde.
En Chalcatzingo, nos encontramos otra, y que sepamos, por última, vez, con la cultura candidata a más antigua - si los mayáfilos se lo permiten - de esta parte de América, la cultura olmeca.
Sitio vuelto famoso, de un día para el otro, en la cofradía arqueológica, cuando, recién en 1932, como por la varilla mágica de un gnomo telúrico, se des-cubrió - literalmente, según se verá - el primero de estos muchos vestigios olmecas locales, del primer milenio a.C., donde menos se lo hubiese esperado; si bien sitio, ahora, ya no único, aun cuando todavía el más importante, entre unos sesenta otros sitios de influencia olmeca encontrados en pesquisas posteriores, en un área lindante de unos 550 kilómetros cuadrados.
Respecto a la fecha de descubrimiento, 1932, es bien notable su increíble, hasta peligrosa, contemporaneidad - y no por deducciones académicas sino por la fortuita intervención del gnomo telúrico - con el descubrimiento de la >>>>>>>>