Otro caso de cresta aplanada como en, pero mucho menos que en, Monte Albán; con una hilera de - bueno, de misterio porque poco es lo que se exhumó hasta ahora; pero lo poco exhumado no parece prometer espectaculares novedades. Eso es la fascinación de la arqueología: la corrosiva duda ¿y si hay algo inconcebible debajo de todo eso? Y así sigue la fiebre de la pala, de la cuchara, del cepillo.
Lo que nos hace acordar de que el Tamazulapan anterior también tiene su sitio arqueológico, Sitio Yatachio; y de que el Yanhuitlán anterior también tiene uno, Sitio Yucuñudahui.
Del estado de Oaxaca al estado de Puebla (otra vez; ahora, desde otra dirección).
Y cambio de topografía: sierras menos arrugadas, menos apretadas; por ende, mayores panoramas lejanos, y carretera menos congestionada de curvas.
La noche nos va a tocar en el pueblito de Petlalcingo.
No. Increíble. Tan pequeño y acogedor parecía, a un kilómetro, desde la ruta - pero por dentro ... qué desastre. Una muestra más de la inelegancia, incordura, sub-animalidad de ¿qué proporción de la humanidad? Una muestra más de la falsedad del mito de idílica, bucólica, tranquilidad de los pueblos chicos. Una muestra más del aniquilamiento preventivo de cualquier chispa de vida interna personal que pudiera existir. Unos vociferantes del Muy Honorable Ayuntamiento embruteciendo la ciudadanía con su alud de decibeles. Otros vociferantes, no los del Ayuntamiento - éstos, móviles sobre camión, anunciando no se sabe qué porque, por la distorción del sonido no se entiende, agregando más confusión a la locura.
Subanimalidad no por la polvareda de las calles de tierra - animales también viven en tierra; subanimalidad no por tener agua sólo comunal - animales también tienen sus aguadas colectivas; sino subanimalidad porque ningún burro, ninguna vaca, se arruina los nervios auditivos, los nervios en general, la salud, más en general, con semejante violencia sónica; porque un burro, una vaca, si se quiere dedicar a sus sueños, tiene paz externa para vida interna; porque, en este ambiente, escuchar su radio, imposible; leer su libro, imposible; llevar una conversación, imposible - para empezar, a veces uno ni se escucha a sí mismo; tocar flauta o guitarra o cantar, imposible; tener sus pensamientos, imposible. ¿Y los enfermos que necesitan silencio - y los afligidos que necesitan y merecen tranquilidad?
Nos escapamos a mitad de camino entre el pueblo y la ruta, frente a una escuela. Aquí, no se escucha la insensatez del pueblo, pero sí el tr tr tr tr tr tac tac tac tac tac tic tic tic tic pa pa pa pa pa tr tr tr tr del tráfico. Así es la elección. Y más adelante, podría ser peor - directamente en la ruta.