El museo, por otra parte, no contiene, pero ofrece, otro gran atractivo - sí mismo, su propio edificio, su rinconcito del ex-monasterio; no la estructura arquitectónica, no diferente de muchas otras estructuras monásticas, sino los murales, o mejor dicho fantasmas de murales - tercos testigos de su amplitud pretérita e impotentes testigos de su decrepitud esquelética presente - casi ya tan fantasmales como los restos pigmentosos de Palenque; no sin repentina excitación, repentino gran atractivo, para quien tiene la suerte de mirar el lugar apropiado en el instante apropiado, o quizás para quien simplemente sabe mirar.
En cierto mural, la caída parcial de la capa de pigmentos no dejó la pared al desnudo sino que reveló una capa de pigmentos subyacente, parte de una versión anterior del mismo tema; de manera que, por la combinación de los dos fragmentos-de-murales imbricados, San Pedro tiene una cabeza, y una cabeza fantasma, saliendo en posiciones diferentes de su cuerpo, y tiene una llave, y una llave fantasma, saliendo en posiciones diferentes de su mano.
¿Por qué tendría que ser que tal delación de cambio de parecer, cuando obtenida por alta tecnología en una pintura de Da Vinci, sea un acontecimiento histórico, y cuando acaecida por medios naturales en estos murales, no sea digna de atención? El caso es tan interesante como muchos de los objetos, y más interesante que muchos de los objetos, de la tumba 7. ¿Cuántos turistas, de los rebaños diarios que obligadamente se le acercan a menos de un metro, ven, y se fijan en, el extraño San Pedro y su indeseado alter ego, de dos cabezas y de dos llaves? No vimos uno solo mientras observamos. Claro. Nadie les decía.
A más de su alto interés intrínseco, el caso tiene su lado risueño. La cercanía de las dos cabezas, casi encimadas, la cercanía de las dos llaves, casi encimadas, parecen ilustrar un movimiento de vaivén de negación, como diciendo: "no, tú, al paraíso, no entras".
San Pedro
OX La Catedral.
+ Por dentro, misma estructuración que la de Puebla, para uso preferencial del clero, si bien en mucho menores espaciosidad y suntuosidad.
+ Por fuera, en la fachada, dos "cuadros líticos", o sea dos escenas con sus respectivos marcos, pero no de pigmentos sobre tela y enmarcadas de madera, sino todo tallado en piedra, lo que actualiza otra vez la pregunta: "¿Por qué cosas reciben atención en función de la venerabilidad de su antigüedad; por qué estos tallados, si fuesen de una antigüedad anterior a Colón, serían el centro de admiración y de disparos fotográficos que ahora no reciben?". Además, los dos personajes de uno de los cuadros fueron decapitados. ¿Por qué, por ejemplo, la desfiguración de cráneos mayas se merece doctas teorías y esta decapitación doble, ni su mención?