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  ¿No hay, en todo México (estos carteles no son de fabricación municipal sino que están distribuidos por la entidad nacional Instituto Nacional de Antropología e Historia), no hay en todo México una persona que sepa inglés, una persona que sepa francés, correctamente? Dirigirse a alguien en su idioma impecablemente es un honor para la cultura de quien así se expresa; asesinar esos idiomas de manera meditada, corregible pero no corregida, como es el caso de estos carteles, es una vergüenza para México, y la manera más fácil de ridiculizarse en los ojos de la opinión mundial. Claro que hay países que no se ridiculizan así, por la simple razón de que no tienen la buena intención de dirigirse a sus visitantes en sus propios idiomas. Pero, entonces, parece mejor no tener las buenas intenciones y no cosechar la ridiculez. Y también conocemos un país donde hasta en su propio idioma cometen semejantes barbaridades - Vespuccia; pero, por lo menos, la vergüenza queda en casa.

  De paso, las mismas dificultades lingüísticas maculan las publicaciones del mismo Instituto. Otra vez, una excelente idea, la de difundir cultura; y otra vez, la vergüenza de no conseguir quien tenga el uso idiomático de una lengua, haciendo de la lectura de las publicaciones un purgatorio.

 Pero, por otra parte.

  La ubicación elegida para uno de los dos carteles es de no creer.

  Resulta que, en camino del portón de entrada hacia la primera ruina, el único interés es la perspectiva de dos columnas; otra cosa para mirar no hay. El cartel fue eregido, con un increíble refinamiento de idiotez, exactamente en la línea de visión de los visitantes hacia las columnas, negando a las columnas su propia existencia, y a los visitantes una perspectiva, por cierto no muy extraordinaria pero no duplicada en ninguna otra parte. Claro que, con unos millones en moneda fuerte y una ordenadora electrónica micro-miniaturizada y super-rápida, hubiese sido más fácil colocar el cartel en un lugar más apropiado; cualquier lugar salvo donde está.

Aparecieron dos inscripciones en la calzada del astuto paso supuestamente obligado - vía el mercado de artesanías - para llegar a las ruinas, si uno se deja engañar por la falta del otro cartel en la bifurcación, según lo comentado anteriormente; (una inscripción dice "Entrada", la otra, "Bienvenido").

Primero. Estas inscripciones son inoperantes porque la callejuela está en pronunciado declive, de manera que la calzada y sus inscripciones no se ve; quien tuvo la idea no tiene sesos.

Segundo. Una inscripción está garabateada con letras apretadas sin simetría, sobre sólo parte del ancho disponible de la calzada, y por colmo en un lugar donde dos letras caen en un manchón despedazado de la calzada.