vehículo, en una sola pieza; pero, por lo que pasó, podría haber sido muy de otra manera.
A poco de la medianoche, nos despertó una granada. De inmediato, se cruzaron ráfagas de metrallas; y siguieron otras granadas, y otras ráfagas - y nosotros, sin poder hacer nada sino confiar en el poder del positivismo mental. Y mirar las sombras. Como en una película, salvo que no era película. Pobre gente. Pobres muchachos. Pobres todos los sitios de la Tierra trastornados por violencia. Nada nos ocurrió, pero - podía haber; el tipo de tensa aventura, de perdurable recuerdo, que nos faltaban.
También, amanecimos con cielo despejado; y por lo tanto con una vista cercana del volcán Izalco, famoso por su timidez.
Después de haber hecho alarde de sus proezas volcánicas tan bien y tanto tiempo que alguien tuvo la idea de poner un hotel con belvedere, el Izalco, al enterarse, se apagó; en 1958.
Todo El Salvador está salpicado por la continuación de los muchos volcanes de Guatemala y es, así, otro segmento en el arco americano del grandioso, aun cuando muy discutible, por muy incompleto, círculo de fuego del Pacífico; con los siguientes volcanes:
Santa Ana, este Izalco, Monte Cristo, San Diego, Guazapa, el San Salvador cerca de la capital, Chinchontepec, Tecapa, Usulután, San Miguel, Conchagua, Cojutepeque, Chinameca -
y debe de haber alguno más; como ser el volcán cuyo cráter de diez kilómetros de diámetro sirve, en estos momentos geológicos, de cáliz al ya mencionado lago de Ilopango.
Parece que hay ruinas por ahí; pero, en verdad, como ya dijimos en otras oportunidades, no podemos, dentro de nuestro contexto panamericano, verlo todito.
Hacia las ruinas de Tazumal; cerca de la ciudad de Chalchuapa.
Viajando por pastoreos y cultivos.
Viajando por lava.
Viajando por cafetales.
Las ruinas; no "cerca" sino, ahora, dentro, de Chalchuapa.
Más bultosas, estas ruinas de Tazumal, que las de San Andrés, pero con más bulto que interés.
Un zigurat. Considerado en contexto con vestigios anexos, más que otra cosa, parece una antigua represa abandonada antes de terminar, por su nuda angulosidad sin un grano de amenidad - quizás el pecado de la "restauración" con muy anacrónico cemento; y haciendo caso omiso de los anexos, es reminiscente, si no nos equivocamos, en más grande, de Zaculeu, de nuestro primer cruce de Guatemala, tantos años atrás.