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Los Salvadoreños, más que amables, son solícitos.

* Cuántas veces se nos preguntó espontáneamente si necesitábamos algo; en dos oportunidades, espontáneamente, dos personas diferentes hicieron una llamada telefónica para ayudarnos.

* Una vez, cuando estábamos estacionados varias horas, repletos de tareas de escritorio, en una calle muy residencial, por su tranquilidad y sombra - y hay que ver lo que "residencial" significa aquí en términos de seclusión, de fortificación, de cada residencia contra las incertidumbres del mundo exterior, como ser paredes altísimas, a veces coronadas de alambre de púa, enrejados a prueba de leones, portones a prueba de cualquier cosa - una mucama salió de una de esas citadelas, con la invitación de la Señora a tomar un refresco con ella. No aceptamos, pero el gesto queda, y también el abismal contraste con los burgueses vespuccianos.

* Y otro día, tuvimos otro caso de convite, realmente memorable. Caminaba, desde una punta de la calle, una mujer, humilde, llevando en la cabeza un atado de leña; caminaba, desde la otra punta de la calle, una mujer, humilde, llevando en la cabeza una canasta de tamales; se cruzaron precisamente a nuestra altura; la mujer de la leña compró a la mujer de la canasta tres tamales ... y en el mismo acto ... nos ofreció uno de los tres tamales ... Memorable.

* Aquí, en el "fortín" de la Feria, un obrero nos trajo, una vez, dos rosas.

* Y ni hablar del invaluable favor de habernos ofrecido la gerencia el sereno refugio del predio de la Feria.

En San Salvador, algunos hombres visten una coraza de tela, abotonada adelante, que parece bastante rígida e incómoda, y una soga ceremonial alrededor del cuello; no son muchos, pero, dentro del ambiente tropical, es San Salvador la ciudad que nos parece más de saco y corbata.

A juzgar por el patriómetro de las camisetas y de sus inscripciones, el pueblo salvadoreño parece ser el que menos se entrega a influencias gringas; por lo menos la mitad de las leyendas se refiere a algo salvadoreño, y una leyenda es realmente memorable, llevada por un niño: 
            "Enséñame a ser bueno; soy el futuro de El Salvador".

Sin embargo, en otros aspectos, el pueblo salvadoreño se entrega, pies, manos, y sesos también, todos atados, como tantos otros pueblos de personalidad débil - cuanto más fuerte es una personalidad tanto más impermeable es - a la destrucción de su propio idioma. ¿Por qué kake - por qué no pastel; por qué mofle o mufle o mufler - por qué no silenciador; por qué swich o swicht o switch - por qué no conmutador; por qué trailer - por qué no acoplado, remolque, hasta se podría inventer "jalo"; etc., etc.?