desiguales, en dos juegos de tres ruedas cada uno, el conjunto resultando en un séptimo ciclo.
En un juego de tres ruedas, la rueda más chica tenía, en círculo, 13 números, de • a ; la segunda rueda, mayor, tenía, en círculo, 20 glifos de días. Estas dos ruedas, al engranarse, creaban binomios "cifra/glifo" como individualización de día tras día, cada binomio anotándose, para así decirlo, en sucesión, en una tercera rueda; y por ser los dos ciclos desiguales, las dos rotaciones, si bien de igual velocidad, eran de desigual duración, y los dos ciclos no podían volver a su coincidencia inicial sino después de haber creado, y acumulado en la tercera rueda, 260 binomios de días diferentes, o sea un fechario de 260 días inconfundibles entre sí.
Mientras tanto, en el otro juego de tres ruedas, la rueda más chica tenía, en círculo, 18 glifos, un glifo por uinal; y la segunda rueda, mayor, tenía, en círculo, 20 cifras, repetibles para cada uinal - curiosamente no de • a sino de a . Y estas dos ruedas no se engranaban glifo por cifra, sino todas las cifras en sucesión por cada glifo de uinal esperando; llegando, de todos modos, a crear y a acumular, en una tercera rueda, un total de 360 binomios de días diferentes, o sea un fechario de 360 días inconfundibles entre sí.
No con ello termina el mecanismo de la tercera rueda de este segundo juego de tres ciclos. Si bien este fechario de 360 días tenía su función específica y nombre, no era apropiado tal cual, para otra función - que era contribuir a la mencionada séptima rueda cronométrica maya. Era necesario alargarlo, amoldarlo al período que nadie puede esquivar, el período natural de 365 días, lo que los Mayas hacían agregando a su período de 360 días todos diferentes, un período de 5 días, considerados nefastos.
Y es el acoplamiento de este fechario de 365 días y del fechario de 260 días, día por día, que crea la séptima rueda, otro fechario más, de 18.980 días, o sea 52 años de los nuestros; días todos diferentes y de los cuales ninguno se repetía hasta transcurridos 52 años.
Naturalmente, los eruditos no dieron con su genio - en cuál de los dos sentidos, a elección - y cargaron todos esos períodos con las más fantasmagóricas denominaciones, como ser una "centuria de 52 años", pero eso es tema para más adelante.
Nosotros nos vamos a simplificar la vida guardándonos de forzar denominaciones europeas sobre conceptos ajenos, acostumbrándonos a llamar realidades mayas con nombres mayas mientras se pueda.
Así que, para los Mayas,
→ el susodescrito ciclo de 260 días no era
un año ceremonial de 13 meses de 20 días sino
un tzolquin ceremonial de 13 uinales de 20 quines