niveles anteriormente inimaginables; después de haber visto, tanto en lo maya como en lo olmeca, la fragilidad de antigüedades aparentemente a toda prueba; en pocas palabras, después de haber visto caer esos témpanos de sorpresas en aguas arqueológicas que aparentemente nada ya podía rizar, parece mejor abstenerse de definición y volver dentro de 20 ó 100 años a ver cómo se habrán asentado los balanceos todavía posibles del tema.
Y mientras se va acomodando el macrocosmos maya, nada impide espigarnos una versión del microcosmos maya, que hasta muy bien podría incorporarse a alguna eventual versión del macrocosmos.
La imagen de lo maya que se nos impone como más ilustrativa es de un fuego de campo progresando en una misma dirección sobre varias comarcas - sin preocuparnos de por qué empezó dónde empezó y de por qué se propagó tal como se propagó, como en busca de nuevo combustible, en vez de quedarse a desarrollarse en la misma comarca original ya que el combustible no era físico y finito como en un fuego físico, sino intelectual y renovable de generación en generación en la misma comarca; y sin preocuparnos de fechas absolutas sino solamente de cronología relativa.
•)1 Y, de entrada, hay que arrancarse del estereotipo del Imperio Viejo y del Imperio Nuevo, aunque Florecimiento Viejo y Florecimiento Nuevo se los llame. Las radículas de germinación de lo maya no asomaron ni en el tiempo ni en el lugar del Florecimiento Viejo.
Quien se marcará, en un mapa, un arco entre las dos modernas conocidas ciudades, de Tuxtla Gutiérrez, hacia el poniente, y Guatemala, hacia el levante - arco curvo hacia la costa pacífica hasta tocarla tangencialmente - y en este arco identificará y marcará lugares, de poniente a levante, como Chiapa de Corzo, Altamira, Izapa, La Victoria, Bilbao, El Baúl y Caminaljuyú o Caminal Juyú, y luego, bastante más hacia el este de Caminaljuyú, en la misma línea del arco, encontrará y marcará, lejos de cualquier ciudad conocida para referencia, el lugar Copán, de posterior gran fama, pero en aquella primera etapa de las cosas en su estadio troglodita solamente, tendrá noción de dónde - desde tiempos ignotos pero probablemente cubriendo el segundo milenio a.C. y principios del primer milenio a.C. - se fue acumulando suficiente densidad de población y de base económica para, eventualmente, cebar las primeras chispitas que irían a iniciar el fuego.
Y a quien se marque tal arco, no le perjudicará en su cultura general, aunque ello nada tenga en común con las chispitas, tener presente,
> por ejemplo, que, en la misma región de Chiapa de Corzo, está la cueva de Santa Marta con actividad humana ya en 5000, y hasta 7000, a.C.;
> por ejemplo, que, en La Victoria, que es el sitio de contacto del descrito arco con el océano Pacífico, se halló cerámica, justamente de aquella época de >>>>>>>>