Empezó a llover, o, mejor dicho, nosotros nos adentramos en una lluvia. Derrumbes, menores pero frecuentes, suficientes para obstaculizar, si bien no impedir, el paso; es que el terreno es muy friable y, en ciertos lugares, curioso: gruesas sedimentaciones de megarocas totalmente sueltas.
Las serranías, quizás no a 2.000 metros, pero notablemente pronunciadas. Seguimos hallando curiosa - si bien ya conocemos el particular - esta topografía tan convulsionada en el terreno, en este istmo centroamericano que, en un mapa, parece una pasarela entre, y se supondría a ras de, dos océanos.
Ah, y otro retén de tráfico - del cual tráfico no hay.
Documentos; personales; del vehículo; preguntas ineptas; el tercer retén ya en 78 kilómetros. Se está poniendo enojoso. No nos acordamos que hubiese sido así, la última vez, en Honduras.
Llueve torrencialmente. No nos animamos a pernoctar en alguna plataforma serrana, por más agradable que sería, por los posibles derrumbes - ya sea desde arriba, sobre nosotros, o desde debajo de nuestros pies, y con nosotros, hacia abajo.
En el medio del pueblo de Santa Rosa será.
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Esta mañana, a Copán, de una vez.
Ah, otra barrera cortando imperativamente la carretera. Otros militares con armas largas en la mano.
Otra inquisición. ¿Y así quieren dar una buena impresión de su país a viajeros de buena voluntad?
Y otra barrera, otros rifles.
Otra inquisición. Ya van 5 puestos de control desde Ocotepeque, 5 barreras en 156 kilómetros; una indagación cada 31 kilómetros.
Copán, al fin; pero, hoy, ya no conviene entrar a las ruinas. Es que los kilómetros entre Ocotepeque y Copán son tan retorcidos que cada uno, en esfuerzo y tiempo, vale dos, por lo menos. Mañana será.
Muy interesante será esta segunda visita a Copán, con tantos años y tantas experiencias de intervalo; también porque, entonces, lo visitamos sólo de paso y por la duda, por si no pudiéramos continuar la Expedición hasta volver, desde América del Sur, al país maya; y con el apuro, entonces, de llegar a >>>>>>>>