La razón que nos trajo a Flores es su ubicación: una isla en el lago Petén Itzá - bueno, ahora, una península, por la calzada que, hoy en día, la une a tierra firme, pero, hasta tiempos recientes, una isla. Y el interés de la ex-isla es, según ya mencionado en Chichén Itzá, que fue, bajo su nombre original de Tayasal, el muy último refugio de los muy últimos paraborígenes libres en Yucatán contra los invasores españoles, hasta, increíblemente, 1697; aquellos Itzaes de Chichén, de los cuales lo único seguro es, que eran Itzaes [pero sin consenso arqueológico en cuanto a origen étnico y/o geográfico], y es que, después de su estadía en Chichén Itzá - si bien lo que se mira en Chichén Itzá es oficialmente tolteca - migraron hasta llegar a este sitio, [pero sin consenso arqueológico en cuanto a cuándo]. Que es por qué nos referimos cautelosamente a paraborígenes "en" Yucatán y no "de" Yucatán.
Luego, no más resistencias pero, sí, rebeliones - hasta en los años 1850-1900 - según aprendimos en Tulum.
En Flores, vimos dos estelas de ... Tical. ¿Estelas de Tical en Flores? Sí, dos estelas "robadas por los gringos" según nos manifestaron unos vecinos, detectadas y rescatadas cuando las llevaban por la zona, y dejadas, desde entonces, en la plazoleta.
Lo llamativo de estas dos estelas no es su historia de robo - robo de patrimonio nacional arqueológico en un país para el beneficio de coleccionistas de inmaculada respetabilidad en otros países es por demás común - sino que es sus características perfectamente adaptadas a su papel de objetos robados para su venta:
1) no son por demás grandes - porque serían intransportables furtivamente;
2) no son por demás pequeñas - para que sean de interés aun para un importante >>>coleccionista;
3) están totalmente talladas - ningún volumen, ningún peso, inútiles; como >>>mandar y vender carne sin grasa ni huesos para mayor eficiencia por volumen >>>y peso.
En Santa Elena, la antesala comercial de Flores, en tierra firme, larga parada de reaprovisionamiento - como era de esperar después de tantos días en Tical. Un mercado oscuro, sudoroso, de piso, parte pedregoso, parte barroso, con tablas inestables para obviar en parte el barro, y con hormigas subiendo por las piernas - un mercado bien a la imagen de lo villano del poblado.
Hacia nuestra próxima meta, pues; pero ni nosotros la conocemos; todo depende de transitabilidad de caminos; la conoceremos cuando la hayamos alcanzado. Sabemos que la zona adonde vamos (y no tenemos otro recurso) es mucho más lluviosa que ésta.
Por ahora, sorpresa agradable: camino, del tipo 30 kilómetros por hora en segunda, muy pedregoso - pero firme; mucho mejor que el hormigón líquido con huellas que tuvimos, apenas había llovido, antes de Tical, y que temíamos que siguiera; es cierto que hace 36 horas que no llueve. Por ahora, pues, es sólo cuestión de paciencia, metro a metro; aceptando las piedras, evitando los hoyos, sintiendo agradecimiento por la seca firmeza, imperturbablemente; una sesión de yoga.