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músicos, ciertamente un sorprendente porcentaje de los hombres adultos - que son los únicos que tocan marimba; uno se pregunta, incidentalmente, por qué.

Y otro rasgo de elegante vivir es la disponibilidad de hielo a pesar de la falta de heladeras por falta de electricidad; hielo traído de Flores, a una hora o más de camino, anidado en aserrín en una bolsa de arpillera como único aislante contra el calor. Pero se nos ocurre y preguntamos: entonces, ¿cómo nos arreglábamos nosotros, en otros tiempos, en el campo, sin electricidad, con heladera a querosén, grande, de lujo, totalmente silenciosa, sin el esclavizante zumbido de las heladeras eléctricas, con luz eléctrica interna por batería de coche, recargable en el coche?

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Hoy, esperando; y tareas varias. Tareas varias nunca faltan. Es increíble cómo siempre tenemos tareas varias. No entendemos de dónde siguen apareciendo, y no nos ofenderíamos si alguien no lo creyese. Pero, las últimas, por ejemplo: bajar agua potable de nuestra reserva, lavar ropa (otra vez), refrescar y refinar qué nos espera en las próximas semanas; y así, siempre aparece algo.

Y escuchando con deleite la multiplicidad de pájaros (desde lo más inepto - que parece ser un motor de dos cilindros que no logra arrancar - a lo muy notable - una soprano practicando sus fiorituras y trinos). Y tomando debida consciencia de que es la última vez, en esta Expedición, que estamos tan cerca de tanta naturaleza.

Por otra parte, hay que reconocer que, por más interesantes que los pájaros sean, individual- y colectivamente, se llega a momentos de saturación cuando silencio sería más apreciado que el permanente griterío.

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Lamentablemente, el día de ayer terminó con otra fuerte tormenta; y, peor, la tormenta continuó bien adelantada la noche. La lluvia, tan violenta que parecía un flagelo; los relámpagos, tan luminosos que obligaban a cerrar los ojos por instinto de protección.

A principio de una de las recientes lluvias, apareció, otra vez, la plaga de los insectos negros. Ahora, sabemos qué son: termitas. Es increíble que, con alas tan frágiles, puedan volar entre las gotas cayendo, pero resulta que, tal como hizo la naturaleza las cosas, precisamente salen de sus termiteros cuando las llama el golpeteo de la lluvia.