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Hace un rato que estamos siguiendo el derrotero de la huella por donde se infiltraban hacia el oeste las carretas de los invasores blancos pasando por territorio indígena como si fuera territorio propio, la famosa Huella de Santa Fe, una de las dos o tres grandes huellas de invasión de este a oeste.

Ahá, justamente aquí, en el medio de este pueblo Council Grove, acabamos de ver, y nos paramos para recogernos ante él, un monumento conmemorando el pacto firmado eventualmente entre los indígenas paraborígenes y los forasteros, dando a éstos el derecho de pasar por las tierras indígenas en tránsito; los indígenas no sabían qué les esperaba. Este monumento consta - de la manera más simple, apropiada y elocuente - del tronco mismo del árbol debajo del cual se firmó dicho pacto, aquí mismo, cuando todavía no había casas alrededor, cuando todo era campo abierto. En este mismo terreno donde estamos pisando nosotros, pisaron aquellos que, ahora, son parte de la historia.

Y ahora, a corta distancia del monumento anterior, encontramos otro monumento; otro tronco de árbol; protegido por un techo triangular; esta vez, árbol debajo del cual acampó el famoso, o más bien infame, general vespucciano, "cazador de Indios", Custer, poco antes de ser exterminado con toda su tropa, y justamente por aquellos paraborígenes que él había elegido como sus próximas víctimas, en la famosa batalla de Little Big Horn, en Montana.

Hace un rato, pasamos por una zona de lomas bastante acentuadas paralelamente a la carretera; sin dificultad se nos presentó en la mente la imagen de grupos de paraborígenes, en siglos idos y sin embargo recientes, observando desde detrás de la cresta de las lomas los forasteros entremetidos arrastrándose paso a paso con sus carretas por un terreno que, visto desde esta carretera asfaltada parece bastante benigno, pero que - si se mira en cada uno de sus detalles sin el beneficio de la superficie dura y nivelada de la carretera - se muestra como un sinfín de dificultades cuya superación con carretas es casi imposible imaginar hoy.

Desde quizás ayer, pero ciertamente desde esta mañana, de repente vemos todos los campos, arados, verdeantes con algo que empieza a crecer. Siendo ésta una de las grandes zonas trigueras, posiblemente sea trigo. Vamos a tratar de averiguarlo. Pero parece raro que algo empiece a crecer ahora, a mediados de febrero, cuando, en estas partes, estamos todavía en pleno invierno.

Vimos otras bombas de extracción de petróleo, pero ya no individuales sino en pequeños grupos.

Los pastoreos son tan extensos que las vacas parecen ovejas.

Ah pero, momentito. Estos campos que empiezan a verdear por doquier no pueden ser trigo, porque es justamente en varios de tales campos que observamos las tropillas de vacas pastando.

Ah, pero sí, es trigo lo que crece en aquellos campos. Resulta que hablamos con un lugareño, y él nos explicó lo siguiente.