T Formando uno de los lados largos, un núcleo de explanadas ostenta una constelación de ocho templos, ocho templos, de varias elevaciones, elevaciones condicionadas mayormente por las varias alturas de las plataformas que enaltecen los templos, templos, todos proyectándose más alto todavía por sus altísimas cresterías, a la vez macizas y esbeltas, profusamente adornadas.
T Formando el otro lado largo, en notable contraste de masas y perfiles, se estira un complejo de edificios mayormente largos y bajos, pero dignificados con sus escalinatas propias; complejo éste, desbordando, además, en creativa asimetría, mucho más allá de una de las puntas del largo de la Plaza Mayor, hacia otras áreas ceremoniales.
T Formando cada lado corto, finalmente, una encimada de acrozigurat-templo-crestería casi rasca nubes por obra de arte; aparentemente mucho más alta que sus metros reales, que ya son bastantes.
T En las cresterías de estos dos acro-templos, se distingue su estructura formativa y sus temas ornamentales. Son cresterías enormes - muy diferentes de las cresterías de Palenque: no como un encaje de mampostería sino muy gruesas - y más altas que sus propios templos; y ubicadas, por su peso extremo, aun cuando aliviado por huecos internos, no encima del largo del medio del techo sino encima del largo de la pared de atrás. Sus frentes están moldeados en un titánico mosaico de centenares de adoquines formando varios relieves; de manera que la cresta de uno de estos acro-templos representa un personaje sentado en medio de volutas y serpientes; y la cresta del otro acro-templo representa un mascarón sobre todo el ancho y todo el alto disponibles.
T Y por todos los lados, explosión de colores. Los acrozigurates templarios, pintados de rojo. Las cresterías, pintadas de crema, rojo, tal vez verde y azul. Las estelas, de las cuales hay algunas, también pintadas de rojo.
Sí, pero la Plaza Mayor de Tikal no es así. Así era, pero ya no es.
De lo dicho, hay que quitar la amplia escalinata, y conformarse con una desigual, caótica, subida burilada por la erosión; hay que quitar los ocho templos, todos, y conformarse con una maraña de fundaciones; hay que reducir, en los magnos mosaicos en relieve, el personaje sentado y el mascarón, a un aspecto de muros en desmoronamiento, en la superficie de los cuales el personaje y el mascarón pueden ser recreados en visión imaginativa sólo cuando se sabe que allí estaban; hay que quitar los colores, todos, y conformarse con algo gris. De lo dicho, se puede, y se debe, eso sí, guardar, muy especialmente, las dos trinidades rasca-nubes acrozigurat-templo-crestería, y el complejo de edificios bajos y largos saliendo de uno de los costados largos hacia otras áreas.
En otras palabras, no es que no haya muchos otros intereses, pero Tikal, en interés arquitectónico, se reduce a una sola cosa.