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Fue recién hacia fines del siglo XVIII que se empezó, otra vez, olvidadas las amarguras anteriores, a buscarle usos prácticos a la goma natural. Se trató de impermeabilizar - zapatos, botas, indumentaria, toldos - pero la maldición de antaño surgió otra vez: apenas apretaba el calor, se derretía la goma; además, por colmo de males, estos nuevos buscadores vivían en lugares más fríos que los anteriores, y así, muy pronto, también descubrieron que, con sus ambituras frías, la goma también se volvía quebradiza.

Entre los desanimados, un ferretero en quiebra, de apellido Goodyear, Charles, Carlos Goodyear.

Había tenido la esperanza de venderle al gobierno bolsas para correo, de lona engomada, pero tuvo que abandonar sus planes cuando se dio cuenta de que su engomado también se derretía; y, en el proceso, se hundió todavía más en deudas.

Pero se sentía predestinado a descubrir el misterio de la intratabilidad de una substancia por otra parte tan atractiva, y durante años estuvo subiendo y bajando olas de esperanzas y de des ilusiones - incluso, varias veces se encontró en cárcel por deudas.

Hasta que, un buen día, le sucedió lo que, a veces, sucede a inventores: tropezó con un accidente; por accidente le cayó un pedazo de goma en una cocina caliente y, ahí no más, cambió su textura y su consistencia; Goodyear sabía que algo había sucedido; en seguida probó cómo este pedacito de goma metamorfoseado reaccionaría al frío; como era el mes de febrero, tuvo solamente que salir afuera con el pedazo, y se dio cuenta de que el frío tampoco afectaba el pedazo de goma metamorfoseado.

Y así, por accidente, e, irónicamente, gracias al mismo elemento que, hasta entonces, había sido la perdición de la goma natural, calor, Goodyear encontró, por fin, la manera de darle usos prácticos a este producto de la naturaleza.

Pero fueron otros quienes llamaron este proceso de calentamiento de la goma "vulcanización", por el nombre del dios del fuego romano Vulcán; y fueron otros quienes pusieron en práctica y aprovecharon las posibilidades económicas de tan importante descubrimiento.

Cuando murió, el ferretero en quiebra Goodyear seguía en quiebra, con centenares de miles de dólares - del siglo XIX - en deudas atrasadas.

En esta reseña falta, nos damos cuenta, un detalle que es impensable no agregar y destacar ahora, porque transciende al ferretero Goodyear, porque ilustra cómo un investigador se vuelve descubridor - por tenacidad; y cómo accidentes descubridores no ocurren por accidente, porque sin tenacidad no habría accidentes.

Es que los altibajos de esperanzas y frustraciones se debían a la tenacidad de ir probando varios aditivos a la goma natural para quitarle su inestabilidad. >>>>>>>>