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Esta mañana, hacia Ciudad Belice.

No hace tanto, no hubiese sido necesario especificar "ciudad" Belice porque, internacionalmente, la comarca todavía no se llamaba Belice también, y no había necesidad de diferenciar; en aquel entonces, el nombre de la región, por una parte, proclamaba bien claramente lo que, hoy, es secreto diplomático, a saber que la región está bajo ocupación británica, y, por otra parte, curiosamente, daba a la región un vínculo onomástico con Honduras, cuando es Guatemala que tenía esta región, y la reclama hoy, como su provincia desde tiempos coloniales; ese nombre era Honduras Británico.

No más cultivos. Mezcla de vegetación natural: pasto duro, arbustos espinosos, matorrales tupidos; y pinos solitarios desparramados por todo lo susodicho.

La carretera, como ayer, cómodamente ancha, pero sin ninguna señalización. Para conductores inteligentes y preferentemente maduros exclusivamente. Muy poco tráfico.

Por otra parte, enorme cantidad, fuera de toda proporción, de coches destrozados y abandonados a los costados de la ruta; más coches abandonados que en circulación.

En este país, de íntima coexistencia de los idiomas castellano e inglés, estamos descubriendo que, para ser histéricamente temeroso por su terreno, su casa, y, parecería, por el aire que se respira, hay que ser anglófono. Las veces que vimos, en Belice, este temor manifestado en carteles, hasta ahora siempre fue únicamente en inglés, en el muy inamistoso "Keep Out", como en Vespuccia; nunca lo vimos en español, así como nunca lo vimos en la América Hispana - ni tampoco, nos place decir, en portugués, en Brasil.

Por las placas en los vehículos, Belice es otro país que tiene miedo de no saber dónde está; todas especifican "Belize C.A.", Centro América. Incidentalmente, Belice con z a la angla.

Entrando a Ciudad Belice; teniendo presente la advertencia, muchas veces escuchada en México, de cuidarse de los Negros, que tienen manos ligeras - nos hace pensar en las advertencias de los Panameños en cuanto a los destripadores colombianos en la selva del Darién.

Ciudad Belice.

CB En los cinco primeros minutos, con las calles angostas, el gentío, las casuchas de tablas precarias, el pavimento viruelado, uno se convence de que >>>>>>>>