→→ es aprender que es el resultado, como es lógico, no de un solo período sino de varios períodos constructivos; entre los años 500/600 y 800/900, o sea hacia la segunda mitad del período clásico maya;
→→ es aprender, ya sin sorpresa, que hay más de lo que parece haber, por las construcciones anteriores sepultadas debajo de construcciones posteriores;
→→ es enterarse de que, hacia fines de la evolución de Uxmal, ocurrió el muy importante advenimiento en la cultura maya de un nuevo dios, dios forastero, traído en circunstancias muy confusas por los Xiúes: la Serpiente Emplumada Quetzalcóatl - otra vez, el muy complicado, peor que complicado, confuso, Quetzalcóatl - que pasó a llamarse Serpiente Emplumada Cuculcán, en maya; incidentalmente, no se entiende por qué se volvió costumbre escribir Kukulkán cuando los propios primeros genocidas españoles lo escribían muy castizamente Cuculcán; ¿otro Huari/Wari?
→→ es enterarse de que esta revolución religiosa impuso hasta modificaciones decorativas en edificios ya existentes, decoraciones nuevas que, hoy, son partes importantes de lo que se ve, e incluso influyó en la construcción de templos nuevos;
→→ es aprender que Uxmal fue uno de los centros de la muy adelantada y precisa astronomía maya, incluso con todo un templo dedicado al planeta Venus - Venus, por alguna razón, en su función vespertina, y no matutina, especifica una fuente oficial.
→→ es disfrutar de una personalidad ambiental diferente de la de cualquier otro sitio que vimos hasta ahora, incluyendo Copán, allá en Honduras, hace tantos años; al respecto, es agradable notar que ninguno de los sitios vistos hasta ahora se parece a ninguno de los demás sitios - salvo, un poco, los palacios de Labná y de Sayil, un detalle, en la variedad general;
→→ es encontrarse palpablemente con el complejo arte crotálico, con el culto - no sólo en religión sino también en tema artístico al servicio de la religión - de la sierpe de cascabel;
→→ es agudizar el interés en más datos respecto a la astronomía maya, al arte crotálico, a otros sitios mayas.
Pero, ¿por qué será que nunca podemos sentir la inocente satisfacción, el inocente entusiasmo, de poder, con toda convicción, compartir las alabanzas universales de algo famoso; por qué será que, en Uxmal, mientras sentíamos un genuino interés por todo lo susodicho, sentíamos también una impresión subyacente de insatisfacción?
¿Por qué? Ahí estábamos, corroídos por esta subyacente insatisfacción - desagradable porque es más agradable poder compartir las convicciones consagradas de la mayoría - cuando, finalmente, eurecamos las dos deficiencias de Uxmal.