♦ Uno de los aventureros aficionados a arqueología recibe, en una publicación oficial, un nombre, en un libro en inglés, otro nombre por completo, como Maximilien y Frederick. Y quien no tuvo la suerte de leer las dos versiones como alarma, creerá la versión que le tocó leer.
♦ Una publicación en inglés cita un título castellano con acento equivocado - rélacion - y el que no sabe castellano, así lo cree.
♦ Una litografía presentada en un libro como del Templo de Pacal por el aventurero amante de arqueología Catherwood no es del Templo de Pacal porque este templo en la litografía tiene en su frente 8 vanos visibles, y lugar adicional, tapado por un árbol, para indudables 4 vanos más, cuando el verdadero Templo de Pacal tiene solamente 5 vanos en su frente.
Entonces, ¿cómo es la cosa - es que la leyenda de la ilustración está equivocada y que se trata de otro templo, o es que Catherwood daba más importancia a fantasía que a exactitud? A lo que podemos contestar de inmediato que otro templo no es porque, en Palenque, tal templo de 12 vanos no existe. De cualquier manera, quien no estuvo en Palenque está descarriado.
♦ Esta litografía misma - tomada como documento histórico de siglos pre-fotografía - da otra falsa información a las inocentes almas inocentemente deseosas de educarse. El templo de 5 vanos ilustrado como de 12 vanos tiene, como trasfondo en la litografía, a kilómetros de distancia, un tremendo cerro cónico con espectaculares laderas a 45 grados de pendiente, y con una altura en los miles de metros, cosa que de ninguna manera existe en Palenque. Y quien no sabe, lo cree.
¿Cuánta información falsa no pudimos evitar nosotros por no haber tenido razón para dudar, por no haber tenido indicios que nos hubiesen dado la alarma? Y no nos referimos a las elucubraciones de imaginaciones enfebrecidas que ocasionalmente anotamos - pero como tales, sin el error, la ilusión, de creerlas ciertas.
A mudarnos al pueblo, para el resto de hoy, para tareas varias (¡sedentarias!).
No tan sedentarias - tratando de llamar a nuestro corresponsal en Nueva York, lo que, otra vez, como en tantos países latinoamericanos, requiere correr a una oficina especial y esperar media hora, una hora, y si el teléfono llamado está ocupado, esperar otra media hora, otra hora, en un nuevo intento. Pero tenemos que lograrlo, tenemos, imperativamente, que asegurarnos de que recibió la renovación anual de la patente del vehículo, y decirle cómo y a dónde mandárnosla. Y nuestro corresponsal no contesta.
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