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Y ahora, nuestra propia próxima etapa. No va a ser el imperio azteca ni la ciudad de México, como bien lo podrían ser. Será retornar a la costa del Golfo por, y hacia, lugares de sumo interés.
Pero no podemos olvidar que este sitio del antiguo Tenochtitlán es también el sitio de la ciudad de México de hoy, y que aquí tenemos la oportunidad de ocuparnos de asuntos como ser consulados - de Belice (a ver qué burocracia hay en esta ex-colonia inglesa reclamada por Guatemala), de Guatemala (a tomar el pulso de sus guerrillas), y de El Salvador (idem); como ser Migraciones mexicanas porque ya sabemos que los tres meses que tenemos no nos alcanzarán; como ser nuestra reserva de, y la proyección de uso futuro basado en uso pasado en lo que va de México, modificada por varios factores, de películas fotográficas en las varias sensibilidades; ocupándonos de todo ello, quedando imperativamente ciegos y sordos a cualesquiera impresiones y conocimientos habitualmente partes de una visita de ciudad, pero, en este caso, apropiadamente dejadas y dejados para nuestra visita orgánica más adelante, de la ciudad de México como tal.
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Tres días en Tenochtitlán-Ciudad México. Y una sola urgencia: huir. Solemnemente ignoramos todo aquello que habitualmente buscaríamos en una ciudad, dejándolo pues para más adelante; pero moverse en una olla de veneno hirviendo, con lombrices histéricas, anti-sociales, todo ello, sofocado por un aro de tormentas de polvo, es difícil de ignorar.
De inmediato, fuera; hacia nuestra próxima meta, la ciudad de Puebla. Iremos por la ruta de cuota; también debemos ver una vez qué es una ruta de cuota, y tan importante como la México-Puebla.
Por ahora, no vemos gran cosa, envueltos que estamos en un doble nubarrón negro de escape, de un camión reptando a 18 kilómetros por hora y de un ómnibus tratando de rebasarlo a 19 kilómetros por hora.
Otra vez, cerca y lejos, el aro de nubes de polvo; borrando casi por completo, vistos desde aquí, el Iztaccíhuatl y el Popocatépetl.
Y las basuras kilométricas sin tregua.