>28►
Administrativamente, el imperio ya no es imperio sino simple colonia; bajo el mando de Cortés.

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Prácticamente, sin embargo, todavía falta.

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Varios jerarcas del imperio, finalmente, se sublevan para liberar a su monarca y terminar con los asaltantes.  Cortés se entera y los apresa.

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Peor: cuando los Españoles transforman un templo azteca en capilla cristiana, la población misma empieza a hervir; a tal punto que Moctezuma mismo, en las tinieblas de su desesperación, siente una chispa de reacción, manda llamar a Cortés, y le dice, que le ordena marcharse en seguida; que, si no, él, Cortés, y todos los demás, serán sacrificados en el templo profanado por ellos; que él, Moctezuma, prefiere que se marchen en paz pero que Cortés no olvide que, con sólo levantar Moctezuma el meñique, los Aztecas los podrían hacer pedazos.

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Cuando Cortés le responde que no tiene barcos para embarcarse, Moctezuma le permite quedarse hasta que los haya construido; e incluso le facilita gran cantidad de ayudantes para apurar la tarea.

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Peor para Cortés, la impaciencia entre el pueblo azteca se vuelve cada día más amenazadora.

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Peor todavía para Cortés, ahora, por colmo, llegan noticias desde la costa, del arribo de una fuerte escuadra punitiva mandada por Diego Velásquez, el gobernador de Cuba, para someter y traer a justicia al rebelde Hernán Cortés.

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Cortés deja parte de sus compinches en Tenochtitlán y se apura hacia la costa. Aprovechando una noche de tremendas tormentas, sorprende y vence, con tan sólo unos 250 de los suyos, los 900 recién llegados ... y los incorpora a sus propias fuerzas.

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Ahora, tiene tres veces más Españoles que antes - son cuenta aparte los centenares y miles de Totonacas y Tlaxcaltecas - y un armamento muy superior al que tenía. Por las dudas, manda desmantelar los dieciocho barcos de la escuadra. (Mientras que, en otra parte, los obreros aztecas mandados por Motecuhzoma II creen que le ayudan a "construir" barcos para que se vaya ...)

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Pero hay más noticias malas para Cortés; esta vez, de Tenochtitlán: por antojo de Pedro de Alvarado - aquel que, años más tarde, también aparecería en el Perú - los bandoleros dejados por Cortés en Tenochtitlán han matado alevosamente centenares de jóvenes Aztecas indefensos e inofensivos durante la gran fiesta primaveral de Tóxcatl en el teocali mayor, y los Aztecas, finalmente, se han rebelado.