A decir verdad, por más increíble que parezca semejante comportamiento entre adversarios, mirando esta colina, la aseveración se vuelve lógica y hasta indispensable, porque no se ve cómo centenares de hombres podrían haber sobrevivido veinte días en esta colina sin recursos.

Nuestro historiador también nos mencionó, entre otras cosas - con deleite más patriótico, hasta vengativo, que histórico - cómo los Tlaxcaltecas lograron matar varios caballos, animales para ellos supernaturales, cómo lograron arrancar un estandarte a los Españoles; y, una vez, empezó a calificar a Cortés de hijo de .... pero recobró su decoro de historiador y no terminó su sentimiento por la última palabra.

A la larga, hubo pérdidas de ambos lados; nadie venció. Los Tlaxcaltecas pensaron que sería oportuno que Cortés fuese permitido seguir hasta la capital tlaxcalteca, a conversar.

Ahí fue.

Ahí lo seguiremos; hoy ya no, mañana. Ahora, tiempo de cenar y pernoctar en este San Salvador de Tzompantepec.

P.S. También subimos a la cima de la colina; nada queda del oratorio; bien se puede decir teocali, a la manera azteca, porque los Tlaxcaltecas eran - sin olvidar la, por lo tanto paradójica, enemistad imperante - de la misma familia de idioma y de religión que los Aztecas; sólo queda una gran acumulación de grandes rocas que seguramente también sirvió de reparo a los Españoles y sus Totonacas. Sí, hay cuatro plataformas, ah pero nada tienen de arqueológico, son las plataformas huecas que, desde varios días atrás, parecen ser la forma obligada para tanques de agua municipal.

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Esta mañana, hacia la capital de los Tlaxcaltecas; en realidad, bastante cerquita, a unos 20/30 kilómetros, no sabemos exactamente.

De ahora por varios días, tendremos a nuestra izquierda el cerro que, con sus aproximados 4.460 metros - más, o menos, el habitual implícito desconocido margen de medición - perpetúa la memoria de la Malinche. Su nombre anterior: Matlalcueye.

En Tizatlán. La capital de los Tlaxcaltecas; mejor dicho, una de las cuatro capitales de los Tlaxcaltecas; por lo que se sabe, la más más importante de las cuatro; y ciertamente la más importante para Cortés porque aquí es que vino a parar.
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