Acercándonos a la bifurcación hacia, por un ramal, directamente el pueblo de Coatepec, de paso obligado, y, por el otro ramal, la ciudad de Jalapa, escrito Xalapa - la "x", aquí, se pronuncia "j", una vuelta opcional antes de Coatepec. Hay divergencias de opiniones. Una dice que Cortés fue a Xalapa y luego a Coatepec; otra, que fue a Coatepec primero, luego a Xalapa, y luego regresó a Coatepec; otra, que sólo fue a Coatepec, nunca a Xalapa. Qué lindo es ser historiador; nunca falta temas para discutir. Nosotros, a Xalapa vamos; allí, nos espera un museo antropológico.
A pocos kilómetros de Xalapa; a pernoctar en una amplia explanada al costado de la carretera; una carretera con muy ancha medianera, alfombrada, desde hace muchos kilómetros, de miles de arbustos florales; y aquí también. Otro, entre los innumerables casos de personalidad partida de México: hermosuras fuera de lo común, basurales fuera de lo común.
En contraste con la costa, aquí, elevación de 1.100 metros; bastante para aire fresquito y grandes cafetales.
Y nosotros, con nuestras ronchas expandiéndose por todo el cuerpo, felizmente no por la cara, y quemando, siempre un poco, a veces terriblemente; ungüento y pastillas no parecen ayudar mucho.
Además, todavía queda a uno de nosotros una marca, visual y táctil, de las hormigas del delta del Mísisipi.
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Hoy, a ver el museo.
En camino, la iglesia de San José, y la Catedral. Ambos templos tienen el arte de llamar la atención con recursos pecuniarios obviamente módicos. La iglesia, con sólo una guirlanda de estuco todo alrededor de su recinto; la catedral, con el in-ignorable rasgo de su piso no horizontal sino en subida hacia el altar.
Y el museo ...
Después de seis horas en el museo, tenemos que retornar mañana - lo que es descriptivo de su riqueza; mañana, haremos el resumen.
Hasta el tiempo fue perfecto para visita de museo: llovizna fina, fría, penetrante; y fue perfecto, ahora, para una perfecta terminación de museo en semejante tiempo: el té de la tarde.
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