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Incidentalmente, este sitio parece haber sido la entrada favorita no sólo de colonialistas sino también de imperialistas (literalmente) - cuando los Franceses de Napoleón III empezaron su invasión de México por aquí, en 1862, y quisieron imponerle a México su emperador títere, Maximiliano de Austria, llegado, en 1864, también por aquí; él mismo, personalmente, bien in-imperial, sin embargo.

Incidentalmente a lo incidental, se rumorea que un propósito de la fallida colonialización de México por los Franceses había sido ayudar a los Confederados, los Sureños, en la Guerra de Secesión.

Además, se puede suponer con bastante certeza que, por aquí, hubiese pasado la ayuda que, según se rumorea, Alemania había prometido a México durante la Primera Guerra Mundial, para la recuperación de los territorios mexicanos robados por Vespuccia - si esa ayuda se hubiese materializado.

Otra función indudable de este sitio fue como uno de los tres embudos de recepción y despacho de los botines del hemisferio español hacia España, junto con Cartagena de las Indias para los robos en Colombia y junto con Portobelo para los robos en el Perú; en este caso, para los botines tanto de México mismo como de las islas Filipinas por vía de Acapulco. No sería sorprendente que el fuerte tuviera algo que ver con el asunto.

Volviendo a la primera, fatídica, pisada de Hernán Cortés, conviene, primero, retroceder un poco en tiempo porque, así como, pocos años más tarde, la agresión final de Francisco Pizarro en el Perú habría de tener sus prolegómenos, este primer paso de Cortés antes de la agresión final a México también tuvo sus prolegómenos.

Así como, pocos años más tarde, la existencia de algún poderoso imperio allá por el río Birú llegaría a ser conocida ya de antemano, por su fama, entre los Españoles en el Darién, así también, en este caso, estaba conocida ya de antemano entre los Españoles de Cuba, por su fama, la existencia de un poderoso imperio allá en el interior de tierra firme, más allá de los Mayas.

Así como, pocos años más tarde, aun antes de las navegaciones de Francisco Pizarro entre Panamá y el Tahuantinsuyo, varios otros Españoles irían a merodear anticipadamente a lo largo de la misma costa, así también, en este caso, ya antes de la navegación de Hernán Cortés, varios otros Españoles ya habían merodeado a lo largo de Yucatán: Juan Díaz de Solis, con el muy conocido compañero de Cristóbal Colón, Vicente Yáñez Pinzón, en 1506, Jerónimo de Aguilar, en 1511, Hernández de Córdoba, en 1517, y Juan de Grijalva, en 1518, justo antes de Hernán Cortés, en 1519.

Por otra parte, Cortés mismo, aun antes de llegar a este islote, tuvo dos encuentros que le iban a facilitar magnamente sus comunicaciones con sus víctimas, los Aztecas.