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Esta mañana, hacia una meta aleatoria porque no sabemos si todavía hay lo que había, el centro ceremonial huasteca de Tamuin.
Acabamos de pasar del estado de Tamaulipas al estado de Veracruz.
Característica principal del viaje: carretera terrible, nominalmente de asfalto pero, en este mismo instante, a 30 kilómetros por hora, máxima si se quiere llegar entero. No nos acordamos de que hubiese habido caminos tan malos del otro lado de México. Por otra parte, por aquí, los camiones, básicamente, no echan humo; no tratamos de entender, sólo observamos.
Tampoco hay los burros; tampoco, los colmenares cada pocos kilómetros a lo largo a orilla de la ruta.
En relación con estos colmenares a orilla de la ruta, en Vespuccia seguramente ya habría alguien para iniciar un juicio o, por lo menos, hacer una denuncia, por posible peligro mortal a los transeúntes y/o por invasión de tierra pública, aunque bien sea precariamente y en tierra inaprovechada - en un despliegue del concepto antisocial vespucciano de la propiedad común de todo el mundo que es esta Tierra y su aire.
Una hermosa vista a agregar a nuestra colección zoológica: pájaros espátula rosados en vuelo.
Debe de ser esta zona, de soya, sorgo y cártamo; no vemos los campos pero sí los acopiadores.
Pasamos el trechito del estado de Veracruz y entramos al estado de San Luis Potosí, que es donde se encuentra Tamuin.
Hm, se mejoró la carretera.
Toda una aldea huasteca, con paredes de cañas y techos de paja; por lo menos dos docenas de casas - no se puede llamar chozas algo tan prolijamente hecho y tan bien cuidado - algunas, redondas con techo cónico a lo antiguo; y algunas, rectangulares, a lo moderno.
La aldea
Papayas, caña de azúcar y citros; éstos, entre-plantados con sorgo; y, según nos comentó un paisano, el año pasado, los naranjos tuvieron de alfombrado frijoles, con buenos resultados.
Llegamos. Las ruinas de Tamuin. Mejor dicho, lo que queda de las ruinas de Tamuin.