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Hasta ahora, topografía llana. Hasta aquí, obviamente, también llovió mucho; muchos bajos, anegados de agua. Pero desde aquí, precisamente, cambio radical en ambos aspectos: la topografía va ondulándose, y desapareció cualquier exceso de agua - al contrario, estamos entrando obviamente a una zona de semi-aridez.

El cielo, ahora, está azul sin que nos hayamos dado cuenta de la transición; azul como si fuera la única manera que podría ser; nunca sabremos si, ahora, en Matamoros, el cielo también está azul, o si, aquí, nunca fue nublado; nunca hay que perder esperanza.

La ruta, asfaltada, pero mala; limitando la velocidad; en trechos, a 40/50 kilómetros por hora.

Con bastante frecuencia, turistas vespuccianos y sus típicos acoplados de turismo; casi siempre de a dos vehículos con acoplado, seguramente para tranquilidad mutua en este país tan exótico.

Recién, vimos un convoy de por lo menos 7/8 tales acoplados turísticos vespuccianos; seguramente como protección contra los "bandidos mexicanos" (que no es nuestra idea de ser chistosos sino que es la noción difundida en Vespuccia - no sólo oralmente en medios irresponsables e ignorantes sino también por escrito en la prensa; tenemos un recorte de diario al respecto).

A cierta distancia fuera de Matamoros, hubo un puesto de aduana interna - tal como era previsto y normal por existir a lo largo de la frontera una franja de zona libre; pero recién hubo otro tal puesto de aduana interna. Por lo menos, aprendimos que tenemos realmente que valorar este cielo azul; que, hasta ahora, estaba nublado.

Recién, tercer puesto de control, éste, militar.

Por lo menos, los pasaportes argentinos parecen una llave mágica; cuando los oficiales se enteran, siempre cambia el tono.

Acabamos de desviar del corredor mayor de los turistas, que lleva directamente a Ciudad México y Acapulco.

Inmensidades semi-áridas despobladas.

Algún ganado, de vez en cuando, por entre los mezquites, buscándose su subsistencia.

Gracias a las ondulaciones topográficas, aunque leves, vistas muy extensas, de naturaleza sin yugo humano.

Otros 180 kilómetros recorridos. Como destello de relámpago, tomamos consciencia de que, hasta ahora, ni vimos basurales, sólo ocasionales pecadillos de basura suelta; ni sofocamos en negras humaredas de escapes, apenas si vimos ocasionales pecadillos de humo suelto que, ni siquiera entre los dioses, ahora sabemos, se puede evitar; ello, en sorprendente y cuán >>>>>>>>