Otro día en el taller. Resultado.
Se cambió los amortiguadores. Se salió a probar el vehículo. Felizmente, el grr grrr desapareció, por lo tanto, eran los amortiguadores. Infelizmente, el tac siguió, por lo tanto no eran las crucetas; si bien, las viejas, por su estriación, merecían ser cambiadas de todos modos. Entonces, el diferencial. Se abrió. No tiene desgaste alarmante, tiene un poco de juego. Así como está, debería de durar todavía mucho tiempo, seguramente hasta nuestro regreso otra vez a Vespuccia, posiblemente hasta el fin de la Expedición. No se justificaría ponerse en gastos en estas condiciones. Unicamente, de ahora en adelante, andará en aceite más espeso, de viscosidad 140 en vez de 90. En cuanto al tac misterioso, no puede ser nada de cuidado.
Una última noche en el patio de la concesionaria; mañana, debería de ser, Dios mediante, hacia Tampico. Esperamos que la tapa del diferencial no tendrá pérdidas.
Los billetes de banco mexicanos de ahora nada tienen en común con los billetes de nuestra primera estadía; les creció una alarmante cantidad de ceros no soñada hace cuatro años atrás; por otra parte, ostentan, quizás como último recurso de algún valor perdurable, temas arqueológicos; bueno, el de 1.000 pesos, ni siquiera se merece arqueología, tiene una representación solamente de arquitectura colonial.
Hay que subir a 10.000 pesos para un tema arqueológico; estos billetes ostentan una colección de objetos del milagroso hallazgo del Templo Mayor azteca, hace apenas unos años atrás, en el centro de Ciudad México. Los billetes de 20.000 ostentan el famoso mural de Bonampak y uno de los maravillosos dinteles de Yaxchilán. Los billetes de 50.000 pesos muestran una arqueología que no podemos identificar y, como cúspide, una alegoría dolorosamente conmovedora, ilustrando la fusión de dos culturas por la muerte de ambas.
Incidentalmente, en cuanto al Templo Mayor, debe de ser algún templo en verdad milagroso, o completamente invisible, por haber permanecido in-visto durante todos esos siglos en el bullicio del centro de Ciudad México; increíble; o más probablemente, debe de ser otra burrada de nuestros queridos genios, con el privilegio y la responsabilidad de iluminar a las masas pero descarriándolas vergonzosamente. Veremos cuando visitemos Ciudad México.
. .
*
▪
Esta mañana, hacia Tampico, bajo cielo nublado.
A 120 kilómetros de la frontera. Ahora sabemos el porqué de la tierra en el asfalto: los mismos vehículos viniendo de los muchos caminos de tierra la traen.