Ahora se detecta que tiene tráfico en ambas direcciones; debe de ser estructurado más fuertemente de lo que parece.
Pasado el pueblo de Port Arthur. Ahora, los hirsutos gigantes petroquímicos ya no son algo fuera de nosotros, están todo en rededor nuestro; centenares de torres cilíndricas de todos los diámetros y alturas, docenas de tanques esféricos, de tanques cilíndricos, marañas de cañerías torcidas en todas las direcciones sobre kilómetros; nos sentimos en Ollagüe. ¿Ollagüe? Sí; así como era imposible, en Ollagüe, abarcar todos los volcanes y salares sino mirando lentamente sobre 360 grados, aquí, para abarcarlo todo, también hay que dar una vuelta completa. Además, así como había puro aire cristalino en Ollagüe, aquí, el hedor es no solamente inelegante sino lúgubre por su inferencia de contaminación patógena. Y pensar que gente vive aquí permanentemente.
Y ahora, una concentración del prerequisito indispensable de esta industria petroquímica: una decena de plataformas petroleras de altamar; cada una, con sus tres torres tubulares en triángulo, una cuarta, en el centro, y su propio helipuerto. Y como prerequisito del prerequisito anterior, hay flotillas de helicópteros.
Y ahora, hacia la ciudad de Galveston.
La ruta corre a lo largo del mar, a veces pegadita contra las olas a nuestra izquieda.
A nuestra derecha, hasta donde alcanza la vista, llanura tan llana y tan baja como el mar; con pastos naturales, y vacunos por centenares.
Lo curioso es que, en contraste con la norma vespucciana infalible de tener tropillas de notable uniformidad en raza y calidad, formadas de animales como hechos con el mismo molde, aquí, es una indiscriminada heterogeneidad de muchas razas, incluyendo europeas y asiáticas, de muchas formas y colores, de muchos largos de cuernos, incluyendo los antiguados superlargos.
Ahora, para cambiar, apareció una cohorte de bombeadores de petróleo, trabajando ahincadamente en los pastajes. Las dos famas de Texas: ganado y petróleo.
El tráfico es de un solo vehículo, el nuestro.
El tiempo está tranquilo, pero no nos gustaría estar en esta llanura - totalmente a nivel del mar por colmo - con un tornado o un huracán. Este trecho, en particular, tiene amplia evidencia de las intrusiones del mar embravecido.
Galveston, principio de la megalópolis de 80 kilómetros Houston/Galveston.
Felizmente, un pequeño aeropuerto para la noche.