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Uno. En Venice, detectamos un gran clavo en una cubierta; hasta hoy, viajamos así; la ventaja de cubiertas radiales que, aun pinchadas, frecuentemente no pierden aire; pero, hoy, lo hicimos arreglar. Notable, hasta milagroso, este pinchazo de clavo, por ser sólo nuestro segundo en 170.000 kilómetros, con todos los tipos de terrenos y pueblos que recorrimos.

Dos. El ruido como roce sordo, no se sabe de dónde. Ya que parece con certeza no ser la transmisión, hicimos verificar la distribución del encendido del motor en un taller especializado en afinaciones.

/ Un mecánico conectó todos sus cables, apuntó su luz estroboscópica, y declaró, con la convicción de quien sabe, que el tiempo estaba a la perfección.

/ Luego, otro mecánico hizo lo propio, y declaró, con la convicción de quien sabe, que el tiempo estaba a la mitad de lo que tiene que ser. "Eso, nunca pasaría en Vespuccia". Ajustó el tiempo a su modo de ver, incluso descubrió y corrigió lo que dijo ser un desperfecto en el sistema de vacío ... y el ruido sigue lo mismo. Somos especialistas en ruidos misteriosos. Nunca olvidaremos, si bien nunca sabremos su porqué, aquel ruido que nos helaba los nervios en el desamparo de la Amazonia.

Fuimos a otro taller, un taller mecánico general. Confirmó que se trata del tiempo del motor - pero opinó que el problema estriba realmente en depósitos de carbono en los cilindros, y nos sugirió que pusiéramos solvente ad hoc en la nafta.

Hacia nuestra próxima meta: el modelo hidráulico de la cuenca del Mísisipi, cerca de la ciudad de Jackson.

Campos, y bosques de agujíferos - agujíferos en estas latitudes cálidas siguen sorprendiéndonos, tanto creíamos que eran árboles de clima frío; así como siguen sorprendiéndonos, en retrospectiva, las hordas de mosquitos del Artico, tanto creíamos que eran la peste favorita de las latitudes intertropales.

Ahá, caímos en una redada policial verificando documentos de todo el tráfico "Eso nunca pasaría en Vespuccia". Hay que reconocer claramente, sin embargo, que es la primera vez que nos ocurrió.

Otra vez estamos en el estado de Mísisipi, por los caprichos de las fronteras de estados.

Por suerte, el anochecer nos toca en el medio de uno de esos sorprendentes bosques de pinos; no nos quejamos, aquí vamos a pernoctar.

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