tierra adentro - por partes de los estados de hoy de Missouri, Kansas, Oklahoma, Texas, sobre una distancia quizás igual a la distancia recorrida antes de la muerte de De Soto, dos veces, sin saberlo, a punto de cruzar el derrotero de Francisco de Coronado con su propia expedición desde el occidente de México - arrastrándose en penuria cada vez mayor, hasta encontrarse, deshecha, también en este Delta.
(*) En otra temática ya anotada, quizás también estuvo en alguna parte de este Delta - con aleatoriedad legendaria - el príncipe Madog Ap Owen Gwynedd de Gales, tal vez en camino hacia México.
(*) Ahora, vamos a ver de más cerca la dársena de docenas, quizás centenares, de barcos camaroneros; porque, desde lejos, la dársena da una impresión bastante curiosa, para no decir increíble: se ve tantos mástiles tan apretados que parece imposible que los barcos sean tan apretados.
Barco camaronero
Ahá, aquí está la explicación: ningún barco tiene siquiera un sólo mástil, pero todos tienen dos brazos, como de grúas, descansando hacia arriba como mástiles, brazos movibles hacia una posición horizontal a cada costado del barco, como agarraderas para las redes de cosechar los camarones. Ahí está el misterio del bosque de mástiles por demás denso.
Aprendimos que es más provechoso cosechar los camarones de noche, porque es cuando suben más hacia la superficie.
(*) Tuvimos la oportunidad de hablar con un Acadiense.
Los Acadienses son otra página de historia, otra piedrita en el mosaico de las invasiones cambiadizas del norte de América; son los descendientes de los colonos franceses de la Acadia original, después de la expulsión de éstos, en 1755, de Nova Scotia, como culminación de las rivalidades entre Francia e Inglaterra. Así tuvimos la oportunidad de escuchar cómo suena el francés acadiense. Por lo poco conversado en dicho dialecto, pareció ciertamente más inteligible que el quebequense, si bien con su propia fantasía:
"cè soi, moi vai coucher bon" (ce soir, je vais bien dormir).
Nosotros también - vamos a coucher bon, porque ya estamos precavidos, por nuestra mala experiencia de ayer, contra los mosquitos que, por aquí, parecen pequeños camarones voladores.
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Hoy, muy de madrugada, regresando hacia Nueva Orleans; la que, anteayer, viniendo para aquí, sólo cruzamos por autopista - una de las poquísimas veces cuando una autopista nos sirvió para algo - pero que, hoy, visitaremos por dentro.