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ж Luego, llega lo inevitable en cualquier industria que visitamos: el control de calidad; el desfile de camarones pasa entre dos hileras de operarios quienes verifican visualmente el resultado del trabajo de las máquinas.

ж  Luego, si se quiere, se puede seleccionar los camarones en dos tamaños. Se los deja tumbar por un plano inclinado provisto, en su recorrido, de rollos espiralados, rollos a un ángulo con el ancho del plano: regulando la luz entre el plano inclinado y los rollos al sesgo, se regula el tamaño de camarones que pasarán por debajo y el tamaño de los camarones que quedarán atrapados y serán llevados por las espirales hacia un costado.

ж Luego, se deja los camarones ya así procesados remojar en agua helada durante una hora y media.

ж Luego, se los cuela para poder pesar su peso sin agua (lo que, en el Brasil, se llamaría no peso neto sino peso líquido, ¡ha!).

ж Luego, sin embargo, se los coloca otra vez en un baño de agua.

  ¿Por qué? Porque el paso siguiente es congelarlos; y congelados con sólo su humedad empapada, se deshidratarían por la evaporación natural de su hielo, por lo que hay que congelarlos con un envoltorio de agua para que sólo el agua envolvente y no el agua del camarón mismo se vaya perdiendo. Congelados sin envoltorio de agua, aguantarían aptos para consumo sólo unos tres meses; congelados con el envoltorio de agua, duran aptos para consumo hasta un año. Ciertas plantas procesadoras incluso agregan fosfato a los camarones, para ayudar al proceso de conservación.

Como siempre, fue una visita muy interesante a un aspecto desconocido del mundo en el cual vivimos; y como siempre, el mayor interés fue la acumulación de astucias del ingenio humano en la creación de maquinarias y métodos para hacer más célero y cómodo un trabajo que, antes, se hacía a mano, camarón, por camarón, por camarón. Lástima que ese ingenio tantas veces resulte en contaminación.

P.S. En esta planta, nos sentimos en Haití: todos los operarios, sin excepción, de las varias docenas que había, eran negros. Las únicas caras blancas, a más de las nuestras, eran la del gerente que nos guió y la de la secretaria en la oficina.

No es muy tarde. Pero nos parece demasiado tarde para largarnos hoy hacia nuestra próxima meta, un fortín en la zona de Pascagoula, con singular interés para nosotros después de estas fundaciones de hormigón de conchas, porque dicho fortín tiene una génesis conocida: fue construido históricamente por los Españoles - con el mismo material, hormigón de conchas; será interesante comparar. Decidimos más bien utilizar el tiempo disponible para tornar nuestra atención hacia ese ruido indefinido que no nos quiere dejar en paz desde el cambio del embrague.