la cuenca amazónica, se había extendido por el parabrisas de manera ya inaceptable. Hubo que hacer cambiar el parabrisas: el tercer parabrisas desde el principio de la Expedición.
Pero, sobre todo, mientras tanto, el follaje se fue transformando en un hechizo, una demencia de policromía - en el mismo estilo maravilloso de lo que tanto admiramos al principio de la Expedición en Nueva Inglaterra, adquiriendo empero, aquí, un interés diferente para nosotros, porque, por una parte, por nuestro sedentarismo temporal, vimos no varios sitios, cada uno en su belleza estática del momento, sino los mismos sitios en la dinámica de sus cambios, cada vez aparentemente inmejorables, pero cada día mejorados o, por lo menos, re-arreglados; y porque, por otra parte, estando en más íntimo contacto con el fenómeno, por dentro, a veces nos parece estar viviendo en un submundo de fantasía, un mágico cuento de hadas, o quizás como microscópicos huéspedes en un cuadro magistral.
Un beneficio adicional inesperado, pero ciertamente bienvenido, de nuestra demora aquí.
También tomamos tiempo para leer un poco de Arthur Miller, John Steinbeck, Sinclair Lewis, Ernest Hemingway; bastante como para observar con alivio que el idioma inglés, a pesar de su catastrófica ineptitud, puede ser utilizado civilizadamente; y bastante, por lo tanto, como para constatar otra vez el abismo vespucciano entre la élite vespucciana y todos los demás.
Hablando de todos los demás, también hojeamos unas revistas; con el resultado, a pesar de que ya tendríamos que habernos acostumbrado, de empalarnos sobre incredibilidades mentales, como de otro planeta, tanto en las páginas de artículos como en las páginas de publicidades.
Entre los artículos, nos atrajo la vista una fotografía con la leyenda, en inglés, naturalmente, "Manifestación contra Ayudas". Nos quedamos bien desconcertados. ¿Por qué podría haber jamás oposición a algunas ayudas? - ¿Y qué ayudas? Del artículo aprendimos, con ojos redondos como monedas, que se trataba de una manifestación contra la peste moderna del SIDA, que, en inglés, se dio en llamar - ¿habrá quien lo podrá creer? - Ayudas, o sea, en inglés, AIDS. Increíble. Está bien que esta palabra es el acrónimo de la denominación inglesa de dicha plaga, pero ¿no hubiese sido elemental - cuando, por primera vez, se vio que el acrónimo coincide con la palabra Ayudas, cruelmente incongruente con semejante desgracia - automáticamente buscar otra combinación de palabras para dar con otro acrónimo? Pero eso hubiese requerido un mínimo de elegancia mental. A no ser - impensable pensamiento - que esta incongruencia sea el fruto de una aberrante creatividad intencionada.
En las páginas publicitarias, vimos la glorificación de una heladera, y la descarada explotación de una insondable idiotez. Una heladera tan moderna y llena de "computarización" que, cuando la puerta queda abierta un rato como >>>>>>>>