ºº Vimos los bloques pasar por una línea de 268 metros de largo automática, de torneado, perforado, pulido, donde todo ocurre sin intervención de mano humana; solamente bajo la vigilancia y la guía de una procesadora.
ºº Vimos cómo otra procesadora ayuda una máquina, a detectar cigüeñales fuera de balance, y luego rectificarlos.
ºº Las bielas de los pistones se verifica con luz ultra-violeta para detectar hasta las más ínfimas imperfecciones, invisibles a ojo.
ºº Vimos cómo se templa los cigüeñales elevándolos, eléctricamente, de la palintura ambiente a 870 grados centígrados en cinco segundos.
ºº Para lograr una verificación más perfecta de las medidas de las varias partes, se puede proyectar la parte que se quiere verificar en una pantalla, con una magnificación de hasta 100 veces el tamaño real; también se puede medir con instrumentos, con un margen de error de sólo 0,00025 milímetro.
ºº Una vez terminado el motor, se verifica su hermetismo, eso sí de una manera muy poco adelantada: se presuriza sus cavidades y se lo rocía con agua de jabón para detectar posibles pérdidas.
En el afán de lograr un motor tan perfecto como posible, se toma, de vez en cuando, al azar, un motor terminado, se lo hace funcionar extensivamente, y se lo desarma por completo para estudiar el estado de cada pieza minuciosamente.
Pasando a seguridad laboral, un sistema astuto y eficiente en esta fábrica, y las anteriores, para proteger a los obreros contra sus propios descuidos para que no se corten los dedos, las manos, o no las corten uno al otro, es del conmutador doble, o cuadruple, para poner una máquina en marcha: en una máquina con un solo operario, si el operario tiene que tener sus dos manos en dos conmutadores a la vez, con seguridad que no las tendrá debajo de una cuchilla; y en una máquina con dos operarios, el mismo principio, con cuatro conmutadores simultáneos.
Como punto final de nuestras visitas a las varias plantas de esta empresa, y como símbolo dramático de su espíritu de vanguardia, vimos el increíble espectáculo del pintado de los motores por un robot: un brazo superior, un codo, un antebrazo, una muñeca, una mano, todo mecánico, esperando que llegue el motor, poniéndose en movimiento, estirándose un poco, un poco más, doblándose, estirándose, dándose vuelta, hacia arriba, hacia abajo, hacia los costados, evitando tal o cual parte sobresaliendo del motor, rociando la pintura no en un chorro continuo sino por sopleteos de duraciones varias exactamente adaptadas a las partes del motor siendo pintadas; una vista un poco abrumadora, y como para darle pesadillas a uno. Y, finalmente, volviendo a doblarse y descansar después del motor, a la espera del siguiente.