2. se vierte, en chorritos sabiamente interrumpidos, una pintura, no para pintar, eso no, sino para manchar, la futura faz externa del ladrillo; y, para asegurar con toda certeza que las manchas serán tan feas y desprolijas como posible, se va, ya sea rozando la superficie manchada en movimiento con una cinta de papel viniendo de su propio carretel, o también apretándola con un rollo sabiamente construido con trapos rotos desiguales para optimizar la fealdad;
3. se vierte, en una operación mucho más sutil, chorritos interrumpidos, alternados, de dos o tres colores, con los mismos estratagemas de papel o trapo para hacer la futura faz de los ladrillos todavía más desprolija;
4. un refinamiento de lo susodicho es pintar algunos de los ladrillos parcialmente de blanco para lograr el efecto, en conjunto, de ladrillos de demolición con el revoque todavía adherido a algunos de ellos;
5. se deja caer, en organizado descuido, y pegarse, sobre la futura faz, pequeños recortes amorfos de la propia pasta;
6. se incrusta arena seca en la futura faz por medio de un fuerte chorro de dicho material.
Además, en combinación, o no en combinación, con algo de lo anterior, también se puede envejecer - y se envejece, al instante, directamente de fábrica - el cuerpo mismo de los ladrillos sin terminar, en una de dos maneras, según el resultado deseado:
a. para magulladuras de la faz, pero guardando la forma, golpeando el ladrillo sin fin (otro retrosalto para nosotros, esta vez a la fábrica de muebles-dañados-ex-profeso-de-fábrica), o
b. para ennoblecimiento más fundamental de la forma, dejando caer los ladrillos - ya después de cortados, en este caso - desde una altura sabiamente programada para arruinar, abollar, sus aristas y, especialmente, esquinas.
Sí, son nuevos, los ladrillos
¡Increíble! El mismo escapismo que con los muebles pre-arruinados de fábrica o con la indumentaria pre-manchada y pre-gastada de fábrica. ¡Pobre gente!
►•• De todos modos, cuando, finalmente, se corta el ladrillo sin fin en ladrillos individuales, se hace como manteca, con un alambre, más exactamente 21 alambres; 21 ladrillos a la vez.
►•• Ahora, viene la segunda mitad del proceso; mitad dividida en tres etapas: el pre-secado, el secado y la quema de los ladrillos; mitad no menos controlada, no menos meticulosa.
Es apilados sobre plataformas automáticamente movedizas sobre guías que los ladrillos son arrastrados en movimiento imperceptible a lo largo de la cámara de pre-secado, de la cámara de secado absoluto, y de los 180 metros del horno. Todo es cuestión de humedad - o mejor dicho, sequedad - y calor.
►•• Al entrar a la cámara de pre-secado, se empieza, bastante naturalmente, a la ambitura y la humedad ambientes - en el momento de nuestra visita, 33 >>>>>>>>