♦ También tuvimos una entrevista con un diario. Habitualmente, no vemos las entrevistas impresas porque ya estamos lejos cuando las publican; pero, ésta, sabíamos que la podríamos leer, y esperábamos su publicación con regocijo, porque ya nos acostumbramos a la casi inevitabilidad de las torceduras de realidades y fabulaciones de irrealidades que los señores periodistas sacan, quién sabe de dónde, e incorporan a las entrevistas. Esta entrevista no defraudó nuestras expectativas.
En la radio y la televisión, por lo menos hay seguridad de que las cosas saldrán más exactas, salvo, claro, unos cortes fuera de contexto. Lo mejor es la entrevista directa por radio o televisión. No puede haber cortes, no puede haber errores.
♦ Los días se van alargando cada madrugada y cada anochecer; esta evolución nos hace acordar de que, en el Artico, en estos momentos, no hay noches, todo es 24 horas de luz solar cada día; y nos acordamos del tiempo que pasamos allí con el Sol siempre girando, aparentemente oscilando - de este a oeste, y de oeste a este - a lo largo del horizonte, sin jamás tocarlo.
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Esta mañana, por fin, nuevamente hacia el mar de China.
Recién pasamos por un pueblo de nombre Bolivia. Cuántos recuerdos al instante. Majestad de la Cordillera, huelgas generales por tiempo indefinido, arqueología, inflación en los millones, gente, bomba de nafta desde Miami, odisea hacia Chile, y más ...
Acercándonos a Wilmington, no podemos no enterarnos de la presencia en su puerto, a manera de museo, del acorazado de mismo nombre que este estado, Carolina del Norte.
Pasando por la ciudad de Wilmington. Una ilustrativa yuxtaposición de lo colonial y de lo moderno.
Por una parte, un nido urbano de estilo antiguo adinerado hundido en vegetación; si bien nada en común con el estilo antiguo español y sus edificios de piedra, o aunque sólo sea de adobe, pero siempre macizos, a prueba de fuego, balas y siglos; aquí, todo, de parantes, tirantes y tablas, de madera.
Por otra parte, los desiertos de estacionamiento frente a centros comerciales sin vidrieras.
Wilmington también mantiene tangible lo intangible: su carácter de confederado sureño en la famosa Guerra de Secesión; por medio de un monumento alusivo y de un cementerio militar de la época, ambos, muy a la vista.