Al dueño del laboratorio, que nos atendió personalmente en todo detalle, tantas fotografías le parecían tan interesantes que, para él, el trabajo se volvió un juego de curiosidad - qué nuevo interés iría a revelar, literalmente, cada nueva fotografía.
Lamentablemente, toda su pericia y buena voluntad no pudieron cambiar la desastrosa e insoluble realidad de que su "impresora" reproduce sólo un catastróficamente pequeño 78,75/oo del negativo, de manera que, como le dijimos, cada fotografía es sólo una muestra del negativo. Pero, después de la deprimente, hasta desesperanzada, búsqueda sin resultados desde Miami, esto nos pareció el menor de los males. Hubiésemos preferido estar en Yukon, São Paulo o Panamá.
Ahora, a disfrutar de un descanso a la vez merecido y necesario, con el lujo adicional de no tener que buscar dónde: aquí mismo, en este rincón del estacionamiento del fotógrafo donde tuvimos, y tenemos, la inmensurable suerte de disfrutar, de sombra de árbol, de seclusión del ruido de la ruta, al contrario, de cantidad de pájaros cantores en residencia, y de fragancia floral tremenda.
Bueno, no. Apenas si duró minutos el ocio; la mitad de una merienda. Nuestra cabeza, apenas liberada de otras actividades, concoctó un aprovechamiento de circunstancias.
Considerando las notables antisociabilidad, forasterofobia, angustia patológica, prepotencia, estrechez, y llana agresividad, evidenciadas en este sureste de Vespuccia; considerando que, por lo dicho, se torna un problema dónde estacionar para trabajar; considerando que aquí tenemos toda la tranquilidad y comodidad deseables; por lo tanto, sería muy oportuno y bienvenido poder quedarnos aquí unos días más para poner tanto al día como posible tantas cosas como posible - que requerirían, de todos modos, otra parada estirada dentro de pocos días.
Hay que incluir en los considerandos, sin embargo, que, aquí también, fuimos las víctimas del mismo tipo de atropello por forasterófobos angustiados y prepotentes, que nos está persiguiendo desde Miami, salvo que, aquí, fue peor, porque aquí estábamos estacionados no en la vía pública sino en una propiedad particular con asentimiento del propietario, el estacionamiento del fotógrafo.
Una mañana, a las 7, cuando el laboratorio estaba todavía cerrado, se vino como vendaval un coche en el estacionamiento, violando así, para empezar, la propiedad particular, se detuvo agresivamente de manera a cortarnos la salida, y de él salió un individuo que nos dijo, también agresivamente, que era vecino a unas cinco casas, unos 200 metros, y exigió saber qué hacíamos ahí. Lo mandamos a pasear. Al rato, volvió con la policía. Felizmente, casi al instante, apareció el fotógrafo para abrir el laboratorio. Todo en orden. Pero, es increíble esa estrechez prepotente, como nunca jamás vimos en ningún pueblito, ninguna aldea, de América del Sur, por más pequeño y/o aislado que haya sido.