Los ocasionales bosques de pinos de más al sur se volvieron, aquí, un solo bosque sin fin, el único rasgo a la vista, plantado en pulcras y geométricas hileras y filas para la industria maderera (o más probablemente para la industria papelera, por el poco grosor de los troncos); y todo, a modo de indicio de providente administración, en lotes de varias etapas de crecimiento.
Pasamos al estado de Georgia.
Sigue el interminable bosque de pinos. Pensar en pinos, es pensar en climas fríos y no todavía tan cálidos como aquí.
Nos adentramos en una muy extensa zona que los mapas indican como el famoso bañado de Okefenokee. Por ahora, lo único que vimos es la continuación de los bosques de pinos bien adentro de lo que los mapas indican como bañado.
Demasiado tarde hoy para hacer averiguaciones, mañana veremos.
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Pues sí, hay un gran bañado Okefenokee todo alrededor de nosotros, tal como indican los mapas; salvo que llegamos prácticamente a su centro por una larga providencial banda de terreno desecada y sobre-elevada para construir la ruta que nos llevó hasta aquí, razón por qué no alcanzamos a ver mucha agua en camino.
En realidad, como aprendimos hoy - y no alcanzamos a entender, ya que agua desde la ruta vimos tan poca - no es que falte agua, hay demasiada agua, ya no es un bañado, es casi un lago.
Resulta que, en las épocas de antaño, había, como siempre hay en la naturaleza dejada a su propio ciclo, ocasionales incendios de vegetación, y en aquellos tiempos era la evidencia científica misma que un incendio natural era una calamidad; por ello, los genios decidieron construir una pequeña represa en el desaguadero del bañado para elevar el nivel del agua, y así, con más humedad, evitar incendios. Así ocurrió. Más agua, más humedad, no más incendios.
Pero la vegetación creció tanto, y creció tanto, que se está ahogando a sí misma; de manera que, ahora, es la evidencia científica misma que ocasionales incendios naturales son la manera de la naturaleza de mantenerse aerada, abonada y sana, por lo que los genios ahora hablan de dinamitar la represa.
Y yacarés hay, no hay duda. Y no se quejan. Se estima, porque, claro, en esta maraña no se puede hacer recuento adecuado, que hay entre 8.000 y 12.000 yacarés en los 1.500 kilómetros cuadrados del pantano.