subtropicales; y que, a pesar de los infiernos constantemente desencadenados, siguen siendo la morada de los animales originales de la zona - desde yacarés, pasando por mamales, hasta 310 tipos de pájaros, se dice; el mayor refugio de especies animales en peligro de extinción de toda Vespuccia. Nosotros vimos como media docena de yacarés, incluso a un costado de una muy concurrida avenida interna. Hay yacarés en un estanque lindante con el centro de exposiciones. A un costado del estacionamiento, vimos carteles de cautela por serpientes venenosas. En el estacionamiento mismo, las vociferaciones de ciertos pájaros son permanentes.
Otra incongruidad, en un sitio de tantas proezas científicas, es el habitual analfabetismo basado en inconceptualismo vespucciano - a más de las barbaridades conceptuales recién descritas; es cansador repetirlo pero es más cansador siempre tropezar con ello. Por ejemplo, "la piedra angular ilustran"; "aterrizar en el agua".
Una tardecita, tuvimos la premonición de que al día siguiente encontraríamos en el cosmopuerto alguno de los trotamundos que conocimos en varias oportunidades. Pensamos en la expedición alemana, seguramente por la relación subconsciente de su presencia en esta costa de Florida. Efectivamente, al día siguiente, encontramos un trotamundo: pero no los Alemanes, el Francés que encontramos por primera vez en Ushuaia, y luego en Río Gallegos, y luego cuando nos aproximábamos a Recife; ahora, la cuarta vez. El y nosotros, por caminos totalmente diferentes.
Aprendimos que él también quiso ir a Surinam pero que tampoco pudo conseguir reacciones de Paramaribo y, por lo tanto, una visa, también a causa de la guerra interna. Parece que los guerrilleros son los Negros silvestres del mosaico étnico de Surinam.
De Haití, nos dijo que es muy idéntica a Africa salvo la densa sobrepoblación, que no existe en Africa.
Ahora bien. Los tres días del Cabo Cañaveral tuvieron sus dos noches. La primera, con su sabor floridense; y la segunda llegó a tener un sinsabor muy florideño.
Nos había parecido que el lugar más práctico para pasar la noche sería un pueblo a diez minutos de la salida de la zona restringida del cosmopuerto, Titusville; y nos había parecido más apropiado, dentro del miserable ambiente floridense, tomar la iniciativa nosotros e ir a la policía a pedir permiso para quedarnos la noche en uno de los grandes estacionamientos de centros comerciales. Permiso otorgado.
Pero, para la segunda noche, cuando fuimos a pedir la renovación del permiso, para una segunda - y última noche, tuvimos la precaución de aclarar - dimos con otro sargento, y permiso negado. ¿Qué quedaba? ¿Estacionar en la calle? Nos parecía muy impráctico. Además, aprendimos que, a más de ser impráctico, estaba prohibido por ordenanza municipal. Así que, en Titusville, echan >>>>>>>>