Entre los muchos anzuelos para turistas, por aquí, hay puestos de venta - más bien verdaderos centros de venta, verdaderos museos - de conchas marinas y afines.
Recién, nos pasamos quizás una hora, probablemente más, en uno de estos centros-museos. El interés nuestro era, naturalmente, ver no la venta sino algo como un museo de conchas, conchas de todos los tamaños, colores y formas. Eso lo vimos y disfrutamos.
Pero tuvimos que admirar todavía más el arte, la ingeniosidad, realmente ejemplares e inspiradores, en el mercadeo de las conchas, las múltiples maneras de presentarlas para tratar de atraer visitantes y potenciales compradores por todos los medios imaginables.
A más de ver docenas de variedades de conchas en sus respectivos anaqueles, que sería lo ordinario, admiramos lo siguiente.
<> Conchas, de las grandes, con un dispositivo lumínico interior, con un muy lindo efecto decorativo; otras conchas, también grandes, provistas de un sistema de relojería a pilas, también bastante original; otras conchas, también de las grandes, sirviendo como pequeñas grutas para una escena de calvario.
<> Pasando a conchitas muy diminutas - que, realmente, intrínsecamente, no tendrían valor o uso alguno - las vimos pegadas una contra la otra, aglutinadas, para formar pequeñas estatuas, muy monas en su tipo, de una variedad de animales.
<> También vimos, conchas recortadas de tal manera que servían de sortija; también cortinas de conchas; y conchas - o pedazos de conchas, no supimos distinguir - para limas de uñas; también conchas cortadas en tajadas longitudinales, no sabemos con qué posible uso, pero de aspecto ciertamente novedoso.
<> También se vende conchitas minúsculas por peso, en largos tubos de plástico, quién sabe para qué uso, quizás para que alguien las pegue en su casa a su gusto; y también conchas, de tamaños intermedios, en surtido, colocadas en una canastita toda envuelta en celofán como un paquete de fiesta.
<> Y seguramente nos estamos olvidando de otros recursos de mercadeo. Todo ello, un preclaro ejemplo de chispa de mercadeo que necesita sesos y sólo sesos, en contraste con tener las conchas amontonadas sin gracia, sin esmero. Muy interesante.
Hemos llegado a la entrada del Parque Nacional Everglades, pero ya de tardecita. Se nos informó que, de tardecita, no es una buena hora para ver los animales - que son la atracción principal del Parque; nos sorprendió, pero decidimos ingresar mañana tempranito, pasando la noche en los campos arados adyacentes - lo que, en otro país, nos parecería muy natural, pero que, aquí, con las experiencias, hasta ahora, en Florida, podría ser tomar un riesgo. La >>>>>>>>