Cuando se estaba descubriendo el alcance de la inteligencia de los delfines, por alguna razón el entusiasmo llegó a la esperanza de que se podría establecer un idioma de comprensión recíproca entre delfines y humanos, o sea, de que los delfines no solamente entenderían nuestras comunicaciones sino que también ellos nos darían a entender sus comunicaciones - para beneficio de los humanos, se entiende. Por qué tanto entusiasmo, no se sabe. Pero no se logró hasta ahora incitar a los delfines a comunicarse con humanos.
Es atractivo teorizar - pero parece improbable - que tengan una transmisión de pensamientos, de conceptos, entre sí a la manera humana.
Su habilidad, por más versátil que sea, aparentemente se limita a interpretar nuestras comunicaciones - eso sí, no en el nivel inferior de reacciones específicas pre-condicionadas a ciertas señales sino como interpretación inteligente de señales en combinaciones varias, según las necesidades de cada caso, o sea en combinaciones no pre-establecidas en su secuencia, con significados globales no-pre-establecidos.
Se encontró que tratar de comunicar ideas complejas a delfines por señales manuales o gráficas, o sea visuales, no funciona; deben ser señales acústicas, preferentemente silbidos y golpeteos modulados. Delfines, se encontró, fácilmente entienden conceptos de acciones, también de posiciones, de colores, pero muy difícilmente, de objetos.
Dentro de estas limitaciones, se calcula que la inteligencia de los delfines equivale a aquella de los chimpancés, o sea de un niño humano de tres años.
Hay por lo menos un caso comprobado de un delfín habiendo aprendido lo que no se le enseñaba, sólo observando otros delfines practicando las maniobras de su adiestramiento. Lo que quizás no sea tan extraordinario como parece ser a primer vista si nos acordamos de nuestros cinco perros ovejeros, de los cuales, adiestramos para sus deberes uno solo, y cuatro se adiestraron a sí mismos en esos mismos deberes con sólo mirar e imitar el perro inicial.
La habilidad innata y realmente peculiar de los delfines, análoga a la habilidad visual u olfativa en otros animales, es la de analizar cosas a distancia por su sistema de eco-acústica - no sólo la forma externa de cosas o la ubicación, como ocurre con otros animales, por ejemplo los murciélagos, los guácharos, sino también el contenido de cosas, y ello, porque los delfines tienen la capabilidad de cambiar las frecuencias que emiten y que, por lo tanto, reciben de vuelta. Por ejemplo:
<> Emiten frecuencias bajas, o sea de largo alcance aunque de poca fineza, para detectar la presencia en la distancia de algún objeto inhabitual grande, por ejemplo un enemigo.