Esta invitación es tanto más bienvenida cuanto, por todos los lados, hay carteles "no estacionar aquí" "no estacionar allá" "no pasar la noche aquí" "no pasar la noche allá"; todo, desagradablemente regimentado, quizás por el exceso de gente.
De lo hablado con el escritor de los delfines, aprendimos lo siguiente.
Este centro de investigaciones está ensayando un trato de los delfines totalmente diferente de lo habitual, en que, habitualmente, los investigadores tratan a los delfines como seres sin personalidad, sin emociones, como prisioneros en sus estrechos tanques de agua donde se les somete, como si fueran mecánicas, a los varios experimentos para analizar su inteligencia y el posible uso de ésta en provecho de la humanidad; mientras que, en este centro, se trata a los delfines como seres no sólo con inteligencia, como ya todo el mundo reconoce, sino también con sus propias vidas afectivas, por lo que no se los mantiene en estrechos tanques sino en un corral acuático formado por un pedacito del mar, separado de la mar libre por un cerco, y se toma grandes y largas precauciones para establecer, primero, una relación personal, de ser viviente a ser viviente, entre los investigadores y los delfines; así es como hay, por ejemplo, sesiones de natación mixta, con humanos y delfines en la misma agua y reaccionando los unos a los otros recíprocamente.
A veces, este centro recibe, de otros centros, delfines con enfermedades que los otros centros no logran subsanar; muchas veces, se trata de enfermedades psicosomáticas debidas a un ambiente totalmente inadecuado como, por ejemplo, un tanque con movimiento de agua por bombas, con el consiguiente ruido de la bomba reverberando por el tanque y literalmente enloqueciendo al delfín, con su oído tan sensible.
A tal punto los delfines tienen su personalidad y su sensibilidad que, cuando se sienten explotados sin miramientos, como en los experimentos mecánicos o como en las exhibiciones de circo, se vuelven desagradables y hasta agresivos, mientras que, cuando se les trata en la manera sensible que se implantó aquí, se vuelven muy cooperativos y tienen un interés puramente intelectual en hacer cosas, o sea sin la necesidad de la seducción de comida como recompensa. Se trata, en este centro, de establecer, entre delfines y humanos, una relación como es la relación entre perros y humanos.
Por ejemplo, en la función de los delfines de juntar y arrear manadas de peces como hacen perros con ovejas; y no es ello una locurita futurista - ya los paraborígenes utilizaban delfines para dicho propósito; y en la naturaleza misma, los delfines llegan a guiar cardúmenes de peces a salvo de las redes-bolsas (aquellas manejadas por dos barcos); y, naturalmente, se ayudan entre sí; ahora, sólo se trata de cambiar las cosas, como siempre, de lo simple y empírico a lo científico e industrial.