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inviten, ni que nos paguen, ni que nos hagan pasar primeros; no queremos matar la hermosa visión que nos queda de la comunión, cara a cara, y en gloriosa soledad, con la naturaleza de Haití.

Ah, pero, este banco de coral tiene algo que, seguramente, los yacimientos coralinos de Haití no tienen: una estatua de bronce, de 2,70 metros de alto, de un Cristo de Las Profundidades, al fondo del mar, a una profundidad de unos seis metros.

Nos preguntamos cómo los Judíos, de los cuales hay tantos por acá, aceptan semejante parcialidad religiosa - porque escuchamos, hace poco en la radio, de una confrontación, en cierto pueblo, entre Cristianos y Judíos porque los Judíos exigen que se saque una cruz cristiana de un lugar público, rehusándose los Cristianos a hacerlo; y, preguntamos nosotros, por qué, en vez de sacar la cruz cristiana, no se levantaría a su lado la estrella de David, y, posiblemente, no se haría toda una galería de símbolos religiosos en un despliegue de hermandad.

Y ahora, hacia nuestra próxima meta, una estación de investigación de delfines.

Así que estamos viajando de cayo en cayo, en teoría, o conceptualmente, a lo largo de un hilo de asfalto entre dos mares y alejándonos cada vez más del continente; pero, por lo visto, es éste otro caso de inconsistencia entre lo que se ve en el papel y lo que se ve en la realidad. Por más tenue, y hasta invisible, que es esta cadena de cayos en los mapas, en la realidad, es todavía lo suficientemente ancha para que el viajero no vea otra cosa que como si estuviese en el medio del continente; y peor, aquí, que en muchas partes de tierra adentro, porque lo único que se ve es dos ininterrumpidas caravanas de tráfico, en una dirección y en la otra, por un ininterrumpido corredor de cualquier chuchería de interés para turistas.

No pocos de estos turistas vienen con la obvia determinación de enfrentar valientemente cualquier incomodidad en sus exploraciones, provistos de sus propias casas rodantes, provistas de todo, incluso de televisores a color.

No sabemos por qué se nos dio por prender la radio, como si algo nos empujara a hacerlo, para enterarnos de que, un poco al norte de aquí, hay advertencia de alerta por un tornado. Y ahora mismo, como para desviar nuestra atención de lo escuchado, o hacerlo más tangible, vimos un cartel indicando "refugios antihuracanes".

Llegamos al centro de los delfines demasiado tarde para hoy.

Un escritor que se dedica a cristalizar por escrito los resultados de las investigaciones nos invitó a estacionar para la noche cerca de su casa sobre pilares en un terreno anegadizo, seco en este momento. Esta invitación es muy notable después de nuestras aventuras con los inimicísimos Vespuccianos de Miami.