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Podríamos irnos, que nadie está ahí para detenernos y nadie lo sabría, por lo menos no en el momento.

Mientras tanto, son las 15:30; a la oficina de aduana. A pasos de aquí, nada de correr por media ciudad. El inspector aparece en punto; mira el conocimiento de embarque, el formulario llenado, pide ver el documento de propiedad del coche. Karel le pregunta: ¿quiere ir donde el coche o se lo traigo aquí? Ninguno de los dos. Sin haber visto siquiera el color del coche y menos el coche mismo, sólo por su psicoanálisis de nuestras caras, de nuestra manera de ser - se supone - sella y firma una copia del conocimiento de embarque y "Adiós, y feliz continuación de la Expedición".

Nos quedamos pasmados, en éxtasis de incredulidad; es como haber viajado de una nebulosa a otra, de Santo Domingo a Miami; absolutamente sideral el contraste, si-de-ral.

Muy bien - cogitamos - pero ¿cómo, detrás de esta agradabilidad caballeresca, se logra cumplir la lógica función de protección del país contra la introducción de cosas ilegales, o por medios ilegales? Con nosotros, ningún país jamás va a salir perjudicado, pero, en el aeropuerto, podríamos haber tenido cinco kilogramos de cocaína y, acá, media tonelada, y nadie sabría nada - ¿o es que los inspectores realmente tienen un sexto sentido? ¿No es esta fluidez, aun cuando inmensamente agradable, tan exagerada en una dirección como la rabiosidad de Santo Domingo en la otra? Además, en el caso del barro como posible vector de contaminación agraria, ¿no es, parece obvio, una prevención inadecuada simplemente lavar el coche, en cualquier parte - ni siquiera dentro de la aduana si así lo hubiesen exigido, porque, aun así, los gérmenes estarían ya en el país de cualquier modo; y no sería una prevención más eficaz, parece obvio, pasar el vehículo por un baño o lavarlo con agua apropiadamente antiséptica, algo como las fumigaciones por las cuales tuvimos que pasar en las fronteras de ciertos países?

P.S. Mientras, en Venezuela, nunca nadie habló de "conocimiento de embarque", todo siempre era B.L., las iniciales del Bill of Lading inglés, aquí, en Miami, en la naviera, se habló sólo de conocimiento de embarque en castellano, nunca nadie habló de bill of lading.  Así van las cosas.

De todos modos, a menos de cuatro horas de haber aterrizado en el aeropuerto, estamos ya con nuestro vehículo fuera del maripuerto, y libres de hacer a nuestro antojo; realmente otra nebulosa.

Ahora, a subir todas las cosas de adentro al portaequipaje; a aprovisionarnos en un supermercado; al aeropuerto, a recoger nuestras maletas de avión; y ahí mismo pasaremos la noche en el estacionamiento - el inmenso estacionamiento del inmenso aeropuerto.

Felizmente, descubrimos, entre los grandes estacionamientos de muchos pisos, un pequeño estacionamiento al aire libre, incluso con árboles, un verdadero >>>>>>>>