la razón de tal situación hasta que, hablando un poco de todo, salió a luz, de manera totalmente incidental, que el dueño de la flauta había tenido un gran trabajo dental; y era eso que había tenido una influencia en la forma de su boca, lo que, a su vez, tenía influencia sobre la afinación de la flauta; y el remedio no estribaba en arreglar la flauta sino en el reajuste, por parte del dueño, de su manera de tocar el instrumento.
Fue ésta una visita muy interesante sobre un tema que desconocíamos por completo - y que es, sin embargo, tan cercano a la propia profesión de Karel.
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Pasamos la noche en una calle residencial de Eckhart. No sabemos si, por estadísticas, esta ciudad es un centro ferroviario de primera magnitud, pero, para nosotros, esta noche y Eckhart serán siempre el sinónimo de un incesante sonar de sirenas de trenes cruzando una y otra vez los pasos a nivel dentro de la aglomeración urbana.
Ahora, hacia Chicago, donde nos esperan varias visitas de gran interés. No habrá otro remedio que quedarnos varios días.
A Indiana, o mejor dicho al sur de Indiana, quizás volveremos en la parte final de esta Expedición, si Dios quiere, dentro de unos años.
Como en las proximidades de todas las grandes ciudades, vamos a tener que acercarnos a Chicago por medio de las autopistas; lo que, empero, en este momento, presenta un peligro adicional que, literalmente, podría ser mortal: desde ayer, hay una huelga de los camioneros - pero sin unanimidad entre los camioneros; así que los camioneros que están a favor de la huelga disparan tiros contra aquellos que siguen trabajando; ya hubo un muerto y varios heridos, aun entre no-camioneros, simplemente motoristas que se encontraban en el lugar; los próximos podríamos ser nosotros; no, gracias. Por ahora, decidimos acercarnos lo más que podamos a Chicago por los caminitos chicos.
Estamos en una zona agrícola, pero no ganadera, con campos totalmente llanos, de varios centenares de hectáreas cada uno.
Una particularidad de esta zona parece ser la muerte de los ferrocarriles. Hemos visto varios cruces a nivel tapados por el asfalto de la carretera, y hasta vimos importantes extensiones de vías férreas, o mejor dicho ex-férreas, con los rieles sacados, y con solamente los durmientes todavía quedando como testigos de las esperanzas ferroviarias de antaño. Pero entonces ¿y los insistentes - lúgubres o románticos, según se quiera - sirenazos móviles cortando en tajadas la noche eckhartina?