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rieles, y sálvese quién pueda; y la gente se salva porque no es una sorpresa, es una costumbre, y todo el mundo pega un salto hacia el costado. No así los vehículos, que no tienen esta agilidad lateral. Sin sorpresa vimos los restos de un accidente con tres vehículos tumbados a los costados de la carretera. Pero la costumbre sigue; bólidos van, bólidos vienen.

Tres veces, entre Gonaïves y aquí, encontramos la carretera totalmente obstruida por un enjambre de centenares de personas moviéndose en semi-pasos y, por cada semi-paso, con un movimiento de cuerpo vertical. Cada vez, nos detuvimos a distancia prudente y esperamos que otro vehículo se abriera paso con suma cautela, para seguir en su estela - mejor no disturbar psicosis colectiva con nuestra presencia tan evidentemente foránea.

Así llegamos, ya de noche, a esta nuestra playa de las cabañas.

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Hoy, fuimos a otro sitio del mundo intramarino. Otras vistas. Coral, sin ramificaciones, sino en grandes moles. Más peces, con el aumento proporcional, en variedad de colores, combinaciones de colores, formas, tamaños. Menor cantidad de grandes plantas ondulantes; mayor cantidad de plantas compactas firmes. Estrellas de mar, largas esponjas tubulares; incluso peces voladores - y volando de verdad una buena distancia a ras del agua, no solamente lanzándose fuera del agua y cayendo - como maravillándose al revés de nosotros, y diciéndose "qué mundo, en la altura del aire, otro planeta de verdad", como nosotros nos maravillamos y decimos "qué mundo en la profundidad del mar, otro planeta de verdad".

Mañana, hacia Miami.

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Esta madrugada, recorriendo los 55 kilómetros desde el hotel de cabañas al aeropuerto, tuvimos el habitual encuentro con una feria, pero con la inhabitual circunstancia de no suscitar un alud humano; quizás por la relativa proximidad ya de la capital.


En la feria

Por fin, pudimos observar el monumental desorden. En las ferias paraborígenes de Guatemala o de los Andes, tampoco hay vitrinas, repisas, plástico, aluminio, neón; también todo está en el suelo - mercadería y vendedoras, pero hay, dentro de esa filosofía, algún orden, hasta una dignidad, que se llega a apreciar sólo después de haber visto este desorden de mercancías y abandono personal.