Indudablemente, nunca estuvimos, hasta ahora, en un país enteramente negro y tan negro, color ébano sin mitigación, a más de las fisionomías tan africanas. Los Negros del Atrato también tienen colores y facciones africanas sin reticencias, pero son sólo un núcleo - si bien compacto - minoritario en una sociedad envolvente de paraborígenes y de Blancos, mientras que estos Negros, aquí, son ellos la sociedad no sólo envolvente sino exclusiva.
¿Pero es o no es sólo esta diferencia en intensidad de color que nos hace sentirnos en una sociedad diferente - sentiríamonos todavía en una sociedad diferente si todas las caras se volviesen blancas o mongoloides, pero todo lo demás se quedase como es? Es la duda que tratábamos de resolver.
Una cosa nos parece cierta. Es que es gente bondadosa que, una y otra vez, nos hace pensar en el comentario de aquel trotamundo francés: que los Negros que él conoció en Africa son, en contraste con los Negros que él conoció en Brasil y en Vespuccia, gente sin malicia.
Otra cosa cierta es que es gente limpia; no vimos basurales a lo largo de la carretera ni en los pueblos ni en Puerto Príncipe; lo que no significa que sabe o se preocupa de higiene.
Y debe de ser gente hacendosa. A pesar de los dos tercios de su territorio inaptos para agricultura, logra exportar café, cacao, azúcar, plátanos, algodón, madera, sisal, rum y aceites esenciales. No por nada se empeñaron los civilizados, esclarecidos, Franceses en arrancar de Africa 700.000 personas libres y esclavizarlas aquí. Tanta necesidad hubo de importar esa mano de obra que ¡se "democratizó" la trata de Negros! para agilizarla, sacándola de la exclusividad hasta entonces asegurada en manos de los más grandes personajes de la corte francesa.
Por añadidura, incluso se organizó una trata de Blancos, sí, Blancos, de Francia a la Española, casi tan esclavos como los Negros de Africa, si bien, nominalmente, sólo por tres años.
Cuando pasamos por Gonaïves, de vuelta para el sur, fue inevitable observar mentalmente la extraña yuxtaposición de su presente sin lustro y de su gloria pasada, cuando tuvo lugar allí la solemne ceremonia de proclamación de la independencia y de adopción del nombre paraborigen Haití para la nueva nación negra.
Se merece ser destacada la inclinación de esta sociedad - por más natural que parezca con sólo un poco de análisis - a identificarse, a la vez, con la memoria de los habitantes para-originales de la isla, genocidados por los Europeos, y con el origen africano de sus antepasados propios, que también tanto sufrieron a manos de los Europeos; habiendo elegido, por su afinidad para-original, el nombre paraborigen de Ayiti, escrito en criollo, o Haïti, escrito en francés, y aferrándose, por su afinidad africana, a tantas modalidades africanas, incluyendo, entre las más obvias, música africana y ciertos aspectos del vodún.