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tomar fotografías de color local, pero, otra vez, nuestro respeto de la privacidad de los demás nos impide hacerlo.

También, en esta sociedad, está difundida la sanguinaria, injusta, sádica, costumbre de la riña de gallos; quizás más difundida de lo que vimos en Quisqueya; aquí, cada villorrio tiene su gallera.

Al norte de Gonaïves, esta punta de la isla parece tener un marcado sistema montañoso. Hace media hora que no vimos otra cosa que una ininterrumpida subida con docenas de curvas cerradas; nos vemos en otros tiempos y otros lugares.

Ahora empezó la bajada.

Ah, pero no siguió la bajada. Estamos enredados en un sistema montañoso que no parece tener fin, más extenso de lo que se podría esperar; incluso la ambitura se volvió serrana, bajando substancialmente del calor de Puerto Príncipe.

La distancia resulta mucho más larga de lo pensado. Una cosa es segura, que la distancia marcada en el único cartel vial que vimos es mayor que la distancia marcada en el esquema aproximado que nos sirve de mapa, la única cartografía vial fácilmente obtenible; existe otro mapa, como los habituales mapas viales, con lujos como ser las distancias parciales, pero que, según una gran advertencia que lleva impresa en rojo, es mapa "para uso exclusivo de funcionarios de los gobiernos de Haití y de Vespuccia". ¡Increíble! Quién sabe por qué.

Por otra parte, los Haitianos, a juzgar por la denominación de sus regiones, tienen dificultades con sus puntos direccionales. Así, el departamento al sur del Departamento Central no se llama departamento del sur sino Departamento del Oeste, y el departamento al sur y al oeste del susodicho Departamento del Oeste es el Departamento del Sudeste. Y ¿dónde está el Departamento del Sur, pues? Lejos, al suroeste del Departamento Central y lejos al sur del Departamento del Noroeste.

En la penumbra del anochecer, con la tierra ya herméticamente oscura, y con sólo el cielo todavía un poquitín lívido, de repente acaba de relucir, allá abajo, el reflejo fantasmal de uno de los puntos históricos de la zona de Cap-Haïtien, la profunda bahía, que, el 20 de diciembre de 1492, Cristóbal Colón llamó Puerto de la Mar de Santo Tomás (hoy, bahía de Acul), y donde permaneció con sus dos carabelas restantes algunos días, sin saber que el destino le preparaba, para días más tarde, otro golpe, la fatal encalladura y pérdida de su carabela insignia, la Santa María, apenas un poquito más al este, así, otro de los sitios históricos de esta zona, dejándolo con una sola carabela para enfrentar la aventura del retorno a España.

Casi nos podemos imaginar la Santa María allá abajo en sus últimos días a flote.